¡Hace poco cumplí tres meses sin Fcebook! ¡Todo un logro!
Pues aunque suene evidentemente estúpido, lo cierto es que dicha “red social”
se había convertido en un hoyo negro que consumía buena parte de mi tiempo
libre, robándome tiempo valioso y exponiéndome a miles de estímulos que ponían
ante mis ojos un mundo seductor plagado de consumismo y “bienestar”.
La decisión la tomé luego de que, gracias a una aplicación
de rastreo de actividad que instalé en mi teléfono celular, pude evidenciar que
diariamente estaba invirtiendo más tiempo del que era medianamente racional
invertir en “redes sociales”. De hecho me asombró comprobar que al día eran
varias horas las que terminaban casi desapercibidamente yéndose literalmente a
la basura. No eran unos cuantos minutos, eran horas. Me horroricé, para decir
lo menos. Obviamente sospechaba que estaba gastando mucho tiempo en ello, pero
una cosa es sospecharlo y otra bien distinta es que una aplicación te lo diga
con total precisión matemática.
Abrí mi cuenta de Facebook por allá en el año 2009, más o
menos. Lo hice movido de un lado por una humana curiosidad, pues estaba de moda
(¡humano, demasiado humano!), y de otro por el deseo de difundir por su medio
material de formación en temáticas religiosas y filosóficas. Al principio todo
estuvo bajo control, o eso recuerdo. El tiempo que le invertía era más bien
poco y casi siempre lo que hacía era ingresar para compartir información relevante. Todo bien hasta ahí.
Pero con el paso del tiempo todo comenzó a cambiar y me di cuenta que ingresaba
únicamente a mirar por largos periodos de tiempo las publicaciones de mis
contactos, chistes, videos, viajes, vacaciones, etc. Horas invertidas en tamaña
insensatez injustificable desde todo punto de vista.
Hace algunos meses percibí que mi ritmo de escritura y
lectura estaba descendiendo sensiblemente. Al mismo tiempo noté que ello era
directamente proporcional al tiempo que pasaba atrapado en la “red social”. A
más Facebook menos lectura y menos escritura. Fue entonces que decidí hacer un
pequeño experimento.
Me propuse ausentarme de Facebook durante un mes y ver qué
tanto mejoraba con ello mi ritmo de lectura y escritura. Los resultados no
pudieron ser más reveladores, tanto que decidí no regresar a Facebook
definitivamente. Decisión que luego de tres meses mantengo y espero mantener
por más tiempo, ojalá en forma permanente.
Lo primero que noté fue que de nuevo pude retomar lecturas
particularmente profundas, sobre todo en metafísica. La metafísica es una
disciplina exigente, se ubica en el mayor grado de abstracción y por lo tanto
exige de un nivel de atención y focalización nada despreciable. Pues bien, esas
lecturas fueron las más perjudicadas con mi dañina relación con Facebook. Al
alejarme fueron las primeras en regresar.
Asimismo retomé la escritura y de nuevo pude terminar varios
textos que tenía pendientes y pude también volver a retomar con regularidad las
publicaciones de mi blog. Los beneficios fueron claros e innegables.
Así las cosas la decisión de hacer permanente mi ausencia de
Facebook fue sencilla de tomar. Era cuestión de poner en una balanza lo que
estaba perdiendo y lo que Facebook me ofrecía, es decir, nada.
Porque a decir verdad lo que la “red social” ofrece es poco
menos que nada: publicidad, contactos superficiales, “modas” irrelevantes o
dañinas, pábulo a la envidia, ocasiones de pecado y pérdida de tiempo en
general. Hay quienes dicen que les ofrece entretenimiento. Pase. Pero hay
muchas y mejores formas de entretenimiento que no traen consigo todo lo
negativo que viene con Facebook.
Uno de mis temores estúpidos era que alejándome de Facebook
iba a dejar de enterarme de muchas noticias e iba a perder contacto con muchas
personas. Falso de toda falsedad, como decían los abuelos. Ni lo uno ni lo otro
ha ocurrido, más bien lo que puedo evidenciar es que las noticias
verdaderamente relevantes me siguen llegando de muchas otras maneras y las
personas con las que he perdido efectivamente contacto eran personas que poco o
nada aportaban a mi vida. Personas que ni siquiera conocía. Las otras, las
reales, esas siguen en mi vida.
¿Aconsejo a todos hacer lo mismo que yo? Por un lado sí, sin
duda, pero por otro lado comprendo que muchos pueden tener diversas razones
para permanecer allí y no las discuto. Solo permanezcan en guardia contra el
desperdicio de tiempo y contra la influencia del consumismo y del hedonismo que
reina en ese “sitio”.
Leonardo Rodríguez V.
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3 comentarios:
Yo también empecé con las redes sociales e Internet en general y me quitan demasiado tiempo.
Están muy bien para comunicarse a grandes distancias con gente con intereses similares y para saber cómo anda el mundo (no son objetivas ni se pueden tomar por tales)
Respecto a Facebook, creo que su única utilidad es para lo que se creó:
Poner en contacto compañeros de curso (a veces, como se ve en las películas estadounidenses no es tan bueno: es fuente de comparación y envidias), naturalmente cuando se vive en poblaciones distintas o vives en una gran ciudad.
Hace años leí esto en el periódico:
Una mujer de Nueva York con 1700 (creo recordar) "amigos" de Facebook les anunció que se iba a suicidar. Ni uno solo llamó a la policía o se puso en contacto con ella para evitarlo.
Eso no son ni amigos ni "conocidos".
Al final Facebook te hace creer que tienes amigos y relaciones que no existen en la realidad y te impiden darte cuenta de que estás solo (y salir y encontrarte con la gente)
El problema es que el ser humano es un ser social. Está muy bien estar solo por decisión propia (un cartujo). Nunca cuando no lo quieres: es muy estresante y produce depresión.
Y al final, precisamente en el momento en que más los necesitas resulta que no tienes a nadie; porque toda relación necesita tiempo de trato continuo y de intercambio de información personal; y esto es imposible de improvisar.
Facebook vale tantos millones en la Bolsa de valores porque es un instrumento para recabar información personal tuya gratis y sin darte cuenta para venderte productos y servicios que no necesitas, de forma muy personalizada
(y en el bolsillo de tu pantalón o en la mesa de tu casa, donde tengas el celular o el ordenador: el sueño de cualquier vendedor)
Precisamente a este recabar constante de datos personales se llama "minning"
Dudo mucho que los que utilizan esta plataforma sepan que ellos mismos se están convirtiendo en fieles compradores colaborando gratis sin saberlo.
Los antiguos dedicaban un día a la semana a visitar y recibir. También se crearon las tertulias por algo; muy probablemente esto es lo único que funciona.
Una de las situaciones más importantes para la persona es estar solo.
Estando solo puedes pensar en lo que te interesa, asimilar vivencias, meditar y sopesar información, pensar sobre el futuro y tus proyectos, especialmente los vitales...madurar como persona.
También es necesario para la vida espiritual y para estar con Dios.
Parece ser incluso que para saber estar con otra persona es necesario antes aprender a estar consigo mismo -a solas-.
Como todo en la vida, en la moderación está la virtud. No se trata de ser un misántropo y retirarse a un desierto.
De aquí que tener la cabeza ocupada con la televisión, la radio, el ordenador, el Internet, el celular, las videoconsolas es malo: impiden que vivamos en el mundo real.
De hecho, ante la moda de los padres de llenar el tiempo libre de sus hijos con actividades extra escolares (tenis, idiomas...) los psicólogos recuerdan que es necesario que el niño se aburra, porque a partir de ahí empezará a desarrollar su creatividad (y estará menos estresado con tanta actividad programada)
Yo personalmente tengo las ideas solo, de repente, en el lugar más inesperado (lo que no quita para que en una conversación con alguien también las tenga -las tengo y buenas-; pero son fuentes diferentes no excluyentes)
La vida es demasiado corta y hermosa como para perderla en el mundo virtual, sea Facebook, sea otra cosa.
Totalmente cierto lo que dices Leonardo, he decidido hacer lo mismo, antes leía por lo menos un libro al mes y últimamente a penas logro terminar uno en dos meses, es una vergüenza lo sé, pero lo haré. Dios me ayude.
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