miércoles, 21 de junio de 2023

La importancia del lenguaje

No es este, en realidad, un artículo para disertar a favor del correcto uso del lenguaje, de esos abundan y escritos por gente mucho más autorizada que yo. Más bien es un desahogo, quizá excesivamente personal, un desahogo ante una realidad que por momentos agobia.

Desde pequeños se nos dijo que las palabras eran un maravilloso instrumento creado por la razón humana para nombrar la realidad, expresarla, comunicarla, aprehenderla, estudiarla y decirla. Tiempo después, al estudiar la lógica, aprendimos que los conceptos con que expresamos la realidad, tienen dos características muy interesantes, la comprensión y la extensión. La comprensión abarca el conjunto de determinaciones que el concepto nos da a conocer sobre la cosa, y la extensión es el conjunto de cosas de las cuales dicho concepto se puede predicar. Por ejemplo, el concepto americano, su comprensión sería hombre nacido en América. Mientras que su extensión serían todos los hombres de los cuales pudiera decirse que son, efectivamente, americanos. Algo interesante de esas dos características es que se relacionan en forma inversamente proporcional, es decir, a mayor comprensión, menor extensión, y viceversa. 'Colombiano' es un concepto que le agrega al de americano el haber además nacido en suelo colombiano, tiene por tanto mayor comprensión, pero por eso mismo menor extensión, pues hay menos colombianos que americanos, evidentemente.

¿Y qué tiene que ver esto con el lenguaje o con la sensación de agobio de la que hablaba más arriba? Todo. 

Presenciamos actualmente una transformación gigantesca en las estructuras sociales, sobre todo en lo que tiene que ver con nuestra manera de entender ciertas realidades fundamentales, tan es así que hoy en ciertos círculos sociales y políticos se quiere renunciar a saber lo que es una mujer o un hombre. Se quiere, digo, porque no es un movimiento natural el no querer saber algo, al contrario, y como decía el viejo Aristóteles, todo hombre desea por naturaleza saber. Entonces, ¿por qué quieren no saber? No es tanto que quieran no saber, sino que fingen no saber, o más bien, dicen que dar una definición de validez universal sobre lo que son la mujer y el hombre es imposible, pues ser mujer o hombre es una "experiencia" (sic). ¿Cómo así? Pues que si tú te "sientes" mujer es porque lo eres, y punto. Poco importa tu cromosoma 'Y', tu barba, tu manzana de Adán y...por supuesto, tu pene. Esos son detalles menores, pues lo relevante es lo que "sientes".

Estamos entonces ante el vaciamiento de los conceptos de hombre y mujer, lo que implica su desaparición, ¿por qué? Porque las cosas se cargan de presencia social en la medida en que son nombradas y dicho nombre remite a una realidad. Pero si se nos dice que tal nombre no refiere a nada más que a experiencias y sentires subjetivos, pues eso es, ni más ni menos, la desaparición del concepto y de la cosa.

Lo mismo podríamos decir acerca de los conceptos de verdad, libertad, amor, etc. Y tanto más grave es esta operación de revuelta semántica, cuanto más relevante sea el concepto involucrado, pues si de lo que se trata es de cambiar el sentido al término "maíz", estaremos de acuerdo en que sería molesto y engorroso, pero poco más. Pero si se trata de los conceptos de amor, libertad, verdad, hombre, mujer, familia, etc., no estamos simplemente ante algo engorroso y ya, sino ante una verdadera revolución de alcances sociales incalculables.

Decía el gran Nicolás Gómez Dávila, que hay épocas en que la inteligencia humana debe consagrarse ante todo a restaurar definiciones, y sin duda la nuestra es una de esas épocas; lo que está en juego no es poco, sino que es lo fundamental de la manera occidental y cristiana de entender la vida, el hombre y la sociedad.

¿No estaremos exagerando al decir que la revolución semántica conlleva la desaparición de la cosa referida por el concepto? No lo creemos, porque si un hombre puede decir que es mujer, entonces, ¿qué es ser mujer? Si cualquiera puede ser mujer entonces es porque ser mujer no significa nada concreto: comprensión y extensión, el concepto de mayor extensión será al mismo tiempo el de menor comprensión.

La tarea entonces en esta época será, como decía Gómez Dávila, restaurar definiciones, y ante el tsunami de guerra semántica que se nos vino encima, esforzarnos por sostener el sentido real de los términos, único antídoto ante la demencia lingüística en la que algunos nos quisieran ver sometidos.


Leonardo Rodríguez Velasco   

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