autor: Peter Kreeft
Debemos hablar de "enemigos" de la fe
porque la vida de la fe es una verdadera guerra.
De todos modos, intentamos evitar hablar de
enemigos. En parte, por miedo a confundir enemigos espirituales con materiales;
odiar al pecador junto con el pecado; olvidar que "nuestra lucha no es
contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las
Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los
Espíritus del Mal que están en las alturas". (Ef. 6, 12).
Sin embargo, el miedo de incurrir en ese error
es más infundado hoy en día que en el pasado. Nuestra era es, sin duda, la más
militarizada y aterrorizada por los horrores de la guerra. Ninguna era fue tan
proclive a confundir pecado con pecador, pero no aborreciendo al pecador junto
con el pecado, sino amando al pecado junto con el pecador. Solemos utilizar la
"compasión" como sinónimo del relativismo moral.
También somos blandos, no nos gusta la lucha
porque conlleva sufrimiento y sacrificio. La guerra puede no ser como el
infierno, pero es muy desagradable. De todos modos, no estamos seguros de que
haya algo por lo cual valga la pena luchar. Tal vez no tenemos coraje porque no
encontramos un motivo para tenerlo.
Esta es la manera en que pensamos como modernos
y no como católicos. Como católicos,
sabemos que la vida es una guerra espiritual y que hay enemigos
espirituales. Una vez que lo admitamos,
el siguiente paso será inevitable. En
toda guerra, es fundamental conocer al enemigo ya que de lo contrario sus
espías pasarán inadvertidos. Entonces,
esta serie de artículos está dedicada a conocer a nuestros enemigos
espirituales en la lucha por el corazón del hombre moderno. Analizaremos a seis
pensadores modernos que han tenido un gran impacto en nuestra vida diaria y que
también le hicieron mucho daño a la mentalidad cristiana.
Sus nombres: Maquiavelo, el inventor de
"la nueva moralidad"; Kant, el "subjetivizador" de la
verdad; Nietzsche, quien se autoproclamó como el "anticristo"; Freud,
el fundador de la "revolución sexual"; Marx, el falso Moisés de las
masas; y Sartre, el apóstol de lo absurdo.
Nicolás Maquiavelo (1496-1527) fue el fundador
de la filosofía política y social moderna y rara vez en la historia del
pensamiento hubo una revolución más absoluta.
Maquiavelo era consciente de su radicalidad. Comparó su trabajo con el
de Colón como descubridor de un nuevo mundo y a sí mismo con Moisés como el
líder de un nuevo pueblo elegido que se liberaría de la esclavitud de las ideas
morales hacia una nueva tierra prometida de poder y de lo práctico.
La revolución de Maquiavelo puede resumirse en
seis puntos.
Para todos los pensadores sociales anteriores,
el objetivo de la vida política era la virtud.
Una buena sociedad era concebida como aquella en la que las personas son
buenas. No había una "doble
moral" entre la bondad individual y la social. Con Maquiavelo, la política dejó de ser el
arte de lo bueno para pasar a ser el arte de lo posible. Su influencia en este punto fue enorme. Todos los filósofos sociales y políticos más
importantes que vinieron luego (Hobbes, Locke, Rousseau, Mill, Kant, Hegel,
Marx, Nietzsche, Dewey) rechazaron la meta de la virtud. Maquiavelo relajó la
norma moral haciéndola menos rigurosa y casi todos rindieron homenaje a esta
bandera por él enarbolada.
Maquiavelo sostenía que la moral tradicional se
parecía a las estrellas: era hermosa, pero muy distante para iluminar nuestro
camino terrenal. Necesitamos en cambio
faroles artificiales, en otras palabras, objetivos alcanzables. Debemos encontrar nuestro rumbo desde la
tierra y no desde el cielo; a partir de lo que los hombres y las sociedades
realmente hacen y no de lo que deberían hacer.
La esencia de la revolución de Maquiavelo
consistió en juzgar lo ideal por lo real, más que lo real por lo ideal. Para él un ideal es bueno sólo si es
práctico, por consiguiente podemos llamarlo el padre del pragmatismo. No sólo
"el fin justifica los medios" -cualquier medio que funcione- sino que
los medios incluso justifican el fin, en el sentido de que vale la pena
perseguir un fin sólo si hay medios prácticos para alcanzarlo. En otras palabras, el nuevo summum bonum o el
sumo bien es el éxito. (¡Maquiavelo no
sólo suena como el primer pragmático, sino que como el primer pragmático
estadounidense!)
Maquiavelo no se limitó a quitarle rigurosidad
a las normas morales, sino que las eliminó directamente. En este sentido, más
que un pragmático, fue un anti-moralista.
La única relación que le parecía que la moralidad podía tener con el
éxito era interponerse en su camino.
Enseñó que un príncipe exitoso debía "aprender el arte de no ser
bueno" (El Príncipe, cap. 15), el arte de romper promesas, mentir, engañar
y robar (cap. 18).
Debido a esas opiniones desvergonzadas, algunos
de los contemporáneos de Maquiavelo sostuvieron que "El Príncipe" era
una obra literalmente inspirada por el demonio.
Sin embargo, los pensadores modernos en general consideran que dicha
obra surge de la ciencia. Defienden a
Maquiavelo arguyendo que no negaba la moralidad, sino que simplemente escribió
un libro sobre otro tema, sobre lo que "es" en vez de lo que
"debería ser". Incluso lo
elogian por no ser hipócrita, sugiriendo por ende que moral es sinónimo de
hipocresía.
Es muy común en nuestros días malinterpretar la
hipocresía, entendiéndola como no hacer lo que se predica. En ese sentido, todos los hombres son
hipócritas a menos que cesen con sus prédicas.
Matthew Arnold definió a la hipocresía como "el tributo que el
vicio le paga a la virtud". Maquiavelo fue el primero en rehusarse a pagar
incluso ese tributo. Superó la hipocresía, pero no elevando la práctica al
nivel de la prédica, sino rebajando la prédica al nivel de la práctica,
ajustando el ideal a lo real, más que lo real al ideal.
De hecho, realmente está diciendo: "Papá,
¡no me sermonees!" ["Papa, don't preach"] — como dice la canción
de rock (ndt: de la cantante Madonna).
¿Pueden imaginarse a Moisés diciéndole a Dios: "Papá, ¡no me
sermonees!" en el Monte Sinaí? ¿A María diciéndoselo al ángel? ¿O que
Cristo lo haya dicho en Getsemaní en vez de "Padre, que no se haga mi
voluntad, sino la tuya?". Si pueden hacerlo, están imaginando el infierno,
pues nuestra esperanza de alcanzar el cielo depende de que esas personas
justamente le dijeran a Dios "Papá, ¡sermonéame!
De hecho, hemos definido mal la
"hipocresía". La hipocresía no consiste en no poner en práctica lo
que uno predica, sino que en no creer en eso.
La hipocresía es la propaganda.
Según esta definición, Maquiavelo fue por poco
el inventor de la hipocresía, dado que fue prácticamente el inventor de la
propaganda. Fue el primer filósofo que
tuvo la esperanza de convertir a todo el mundo a través de la propaganda.
Maquiavelo entendía que su vida era una guerra
espiritual contra la Iglesia y su propaganda. Creía que todas las religiones
eran piezas de propaganda cuya influencia duraba entre 1.666 y 3.000 años. Pensaba que el cristianismo desaparecería
mucho antes del fin del mundo, probablemente cerca del año 1666, ya por
invasiones bárbaras de oriente (lo que ahora es Rusia) o por el ablandamiento y
debilitamiento del occidente cristiano desde dentro, o ambos. Todos sus aliados fueron cristianos tibios
que amaban a su patria terrenal más que al Cielo, al César más que a Cristo, al
éxito social más que a la virtud. Ellos
fueron los destinatarios de su propaganda.
Dado que una absoluta franqueza en cuanto a sus objetivos sería inviable
y un ateísmo confeso resultaría fatal, puso mucha atención en no caer en una
herejía explícita. Sin embargo, su meta
fue la destrucción de la "farsa católica" y empleó como medio una
agresiva propaganda laicista. (Uno puede sostener, generalizando quizás en
exceso, que fue el padre del establishment mediático moderno).
Descubrió que se necesitaban dos herramientas
para manejar la conducta de los hombres y así controlar la historia de la
humanidad: la pluma y la espada, propaganda y armas. De este modo podrían dominarse las mentes y
los cuerpos… y la dominación era justamente su meta.
Según él, la vida humana y la historia de la
humanidad estaban determinadas solamente por dos fuerzas: virtu (ímpetu) y
fortuna (suerte). La sencilla fórmula
para el éxito era la maximización de la virtu y la minimización de la
fortuna. Su obra "El Príncipe"
termina con esta horrorosa imagen: "la fortuna es mujer y, si se quiere
dominarla, hay que golpearla y coaccionarla" (capítulo 25). En otras
palabras, el secreto del éxito es una especie de violación.
Para lograr el control, además de la
propaganda, Maquiavelo era un halcón.
Decía que "no puede haber buenas leyes donde no hay buenas armas y
donde hay buenas armas es inevitable que haya buenas leyes" (capítulo 12). En otras palabras, la justicia "sale del
cañón de una pistola", para adaptar la frase de Mao Tse-tung. Maquiavelo creía que "todos los profetas
armados han triunfado y todos los desarmados han perecido" (capítulo 6).
Entonces, Moisés debió haber utilizado armas que la Biblia omitió informar. Y
Jesús, el sumo profeta desarmado, pereció: lo crucificaron y no resucitó. Sin
embargo, su mensaje conquistó el mundo mediante la propaganda a través de armas
intelectuales. Esta fue la guerra que desató Maquiavelo.
El relativismo social también emergió de la
filosofía de Maquiavelo. No reconoció
ninguna ley universal por sobre las diferentes sociedades y dado que estas
leyes y sociedades se originaron de la fuerza, más que de la moralidad, la
moralidad se fundamenta en la inmoralidad.
El argumento es el siguiente: la moralidad sólo puede provenir de la
sociedad, dado que no existe un Dios ni una ley moral natural universal dada
por Dios. Todas las sociedades surgieron
de alguna revolución o de la violencia; por ejemplo, la sociedad romana, que
fue el origen del derecho romano, emergió tras la muerte de Remo a manos de su
hermano Rómulo. La historia de la
humanidad comienza cuando Caín mata a Abel.
En consecuencia, la ley se cimienta en la anarquía y la moralidad se
cimienta en la inmoralidad.
El argumento es sólo tan fuerte como su primera
premisa que — como en el relativismo sociológico que domina la mente de los
escritores y lectores de casi todos los libros actuales de sociología –
consiste en un ateísmo implícito.
Maquiavelo criticó a los ideales cristianos y
clásicos de la caridad con un argumento similar. Preguntaba: ¿cómo consiguen los bienes que
dan? A través de una competencia egoísta.
Todos los bienes se obtienen a expensas de otros: si mi porción de
pastel es mucho más grande es porque la de otros es mucho más pequeña. Así, la generosidad depende del egoísmo.
Este argumento presupone el materialismo porque
los bienes espirituales no disminuyen cuando se comparten o se dan y no
privamos a otros de tenerlos cuando los adquirimos. Cuanto más dinero consiga,
menos dinero tendrán los demás y cuanto más dinero dé, menos voy a tener. Pero el amor, la verdad, la amistad y la
sabiduría aumentan en vez de disminuir cuando los compartimos. El materialista simplemente no puede ver u
ocuparse de esto.
Maquiavelo creía que todos somos
intrínsecamente egoístas. Para él no
existe nada como la conciencia innata o el instinto moral. Entonces el único medio para lograr que las
personas se comporten con moralidad es el uso de la fuerza, de hecho una fuerza
totalitaria, que obligue a actuar en contra de la propia naturaleza. Así podemos afirmar que los orígenes del
totalitarismo moderno también se remontan a Maquiavelo.
Si el hombre es intrínsecamente egoísta, sólo
puede moverse realmente por miedo y no por amor. Así fue que Maquiavelo escribió: "Es
mucho mejor ser temido que amado ... [debido a que] los hombres se preocupan
menos de hacerle daño a quien se hace amar que a quien se hace temer. El amor es un vínculo que los hombres, perversos
por naturaleza, rompen según su conveniencia, pero el miedo se acrecienta por
temor al castigo que siempre es eficaz" (capítulo 17).
Lo más sorprendente de esta filosofía cruel es
que conquistó a la mente moderna, si bien atenuando o disimulando sus aspectos
más oscuros. Los sucesores de Maquiavelo
moderaron su ataque a la moralidad y a la religión, pero no regresaron a la
idea de un Dios personal o de la moralidad objetiva y absoluta como el cimiento
de la sociedad. El reduccionismo de
Maquiavelo comenzó a aparecer como una apertura, una liberación. Simplemente eliminó el piso más alto del
edificio de la vida; sin Dios, sólo hombre; sin alma, sólo cuerpo; sin
espíritu, sólo materia; sin debería, sólo es.
De todos modos este edificio aplastado parecía (a través de la
propaganda) la Torre de Babel. Este confinamiento fue presentado como una
liberación de los "encierros" de la moralidad tradicional, como si
nos desajustáramos el cinturón.
El diablo no es un personaje de un cuento de
hadas; no sólo es un estratega y psicólogo brillante sino que también es
absolutamente real. La línea de
argumento de Maquiavelo es una de las mentiras más exitosas de las que el
diablo se vale hasta nuestros días.
Todas las veces que somos tentados, el diablo está utilizando esta
mentira para hacernos creer que lo malo es bueno y deseable, para hacer que la
esclavitud parezca libertad y que "la libertad gloriosa de los hijos de
Dios" parezca esclavitud. Al
"padre de las mentiras" no le fascina decir mentiras leves sino, La
gran Mentira, que consiste en invertir la Verdad, poniendo debajo lo que
debería estar encima. Y se sale con la
suya, a menos que nosotros desenmascaremos a los espías del enemigo.
(visto en http://www.catholiceducation.org/es/religion-y-filosofia/otros-temas/los-pilares-de-la-falta-de-fe-maquiavelo.html )
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1 comentario:
Maquiavelo básicamente lo que hace es escribir un método ("científico") por el cual el gobernante puede apoderarse de un
Estado y conservarlo...por cualquier medio (que el expone)
La verdad es que el poder se ha conseguido por muchos medios, y no todos ellos legítimos. Lo que hace Maquiavelo es quitar la ética y la moral de los medios. Si acaso lo que no es es cínico; es realista.
Pero ?Cual es la consecuencia de que el gobernante no se limite por la moral y la justicia?.(utilice la "razón de Estado" -es decir, mantenerse en el poder a toda costa)
En primer lugar, es muy peligroso, porque tiene el poder y la coacción legal.
La historia está llena de tiranos y despotas.
Claramente el ejercicio del podertiene que estar limitado en beneficio de todos.
Por otra parte, como siempre imitamos a los que están por encima de nosotros, si el gobernante es un inmoral, todos acabamos siendo inmorales.
Tal vez el que yo lo sea, no importa; pero el que todos lo seamos hace que sea más difícil vivir en sociedad; y nos perjudicamos todos.
En las relaciones con otros Estados, si un Estado se comporta mal, tarde o temprano le devolverán el favor. Seguramente en el peor momento; perjudicándose así los que viven en el.
El libro fue un éxito y un escándalo, -de hecho se escribió un "antimaquiavelo"-
Cuando en toda Europa (y en otras culturas) se escriben los libros de
"Espejos de Príncipes", el fin es para sugerir una educación -cristiana- al que vaya a mandar sobre los demás. En su beneficio, y en beneficio de su pueblo.
La religión es aquí esencial; no solo porque es la ideología del pueblo, y lo que establece y justifica las normas morales; es que es esencial que el más poderoso de todos tenga a su vez que dar cuenta de sus actos a alguien más poderoso todavía que él, y a quien no puede engañar ni del que puede esconderse.
Todo esto lo hemos dejado por el camino con la Revolución Francesa.
Y aquello que nos iba a hacer más felices y con lo que íbamos a vivir mejor, ha resultado ser un flagelo para la humanidad.
Se ve que quitar a Dios y poner al Hombre, no ha sido muy buena idea, atendiendo a los resultados.
Vemos claro que los tiranos, como Robespierre, Hitler, Lenin, Stalin, Mao...no quieren a un Dios que les ponga límites.
Quieren un maquiavelo que se los quite.
Para nuestra desgracia.
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