lunes, 27 de julio de 2015

(1) Los pilares de la falta de fe: Maquiavelo



autor: Peter Kreeft


Debemos hablar de "enemigos" de la fe porque la vida de la fe es una verdadera guerra.

De todos modos, intentamos evitar hablar de enemigos. En parte, por miedo a confundir enemigos espirituales con materiales; odiar al pecador junto con el pecado; olvidar que "nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas". (Ef. 6, 12).

Sin embargo, el miedo de incurrir en ese error es más infundado hoy en día que en el pasado. Nuestra era es, sin duda, la más militarizada y aterrorizada por los horrores de la guerra. Ninguna era fue tan proclive a confundir pecado con pecador, pero no aborreciendo al pecador junto con el pecado, sino amando al pecado junto con el pecador. Solemos utilizar la "compasión" como sinónimo del relativismo moral.

También somos blandos, no nos gusta la lucha porque conlleva sufrimiento y sacrificio. La guerra puede no ser como el infierno, pero es muy desagradable. De todos modos, no estamos seguros de que haya algo por lo cual valga la pena luchar. Tal vez no tenemos coraje porque no encontramos un motivo para tenerlo.

Esta es la manera en que pensamos como modernos y no como católicos.  Como católicos, sabemos que la vida es una guerra espiritual y que hay enemigos espirituales.  Una vez que lo admitamos, el siguiente paso será inevitable.  En toda guerra, es fundamental conocer al enemigo ya que de lo contrario sus espías pasarán inadvertidos.  Entonces, esta serie de artículos está dedicada a conocer a nuestros enemigos espirituales en la lucha por el corazón del hombre moderno. Analizaremos a seis pensadores modernos que han tenido un gran impacto en nuestra vida diaria y que también le hicieron mucho daño a la mentalidad cristiana.

Sus nombres: Maquiavelo, el inventor de "la nueva moralidad"; Kant, el "subjetivizador" de la verdad; Nietzsche, quien se autoproclamó como el "anticristo"; Freud, el fundador de la "revolución sexual"; Marx, el falso Moisés de las masas; y Sartre, el apóstol de lo absurdo.

Nicolás Maquiavelo (1496-1527) fue el fundador de la filosofía política y social moderna y rara vez en la historia del pensamiento hubo una revolución más absoluta.  Maquiavelo era consciente de su radicalidad. Comparó su trabajo con el de Colón como descubridor de un nuevo mundo y a sí mismo con Moisés como el líder de un nuevo pueblo elegido que se liberaría de la esclavitud de las ideas morales hacia una nueva tierra prometida de poder y de lo práctico.

La revolución de Maquiavelo puede resumirse en seis puntos. 

Para todos los pensadores sociales anteriores, el objetivo de la vida política era la virtud.  Una buena sociedad era concebida como aquella en la que las personas son buenas.  No había una "doble moral" entre la bondad individual y la social.  Con Maquiavelo, la política dejó de ser el arte de lo bueno para pasar a ser el arte de lo posible.  Su influencia en este punto fue enorme.  Todos los filósofos sociales y políticos más importantes que vinieron luego (Hobbes, Locke, Rousseau, Mill, Kant, Hegel, Marx, Nietzsche, Dewey) rechazaron la meta de la virtud. Maquiavelo relajó la norma moral haciéndola menos rigurosa y casi todos rindieron homenaje a esta bandera por él enarbolada.

Maquiavelo sostenía que la moral tradicional se parecía a las estrellas: era hermosa, pero muy distante para iluminar nuestro camino terrenal.  Necesitamos en cambio faroles artificiales, en otras palabras, objetivos alcanzables.  Debemos encontrar nuestro rumbo desde la tierra y no desde el cielo; a partir de lo que los hombres y las sociedades realmente hacen y no de lo que deberían hacer.

La esencia de la revolución de Maquiavelo consistió en juzgar lo ideal por lo real, más que lo real por lo ideal.  Para él un ideal es bueno sólo si es práctico, por consiguiente podemos llamarlo el padre del pragmatismo. No sólo "el fin justifica los medios" -cualquier medio que funcione- sino que los medios incluso justifican el fin, en el sentido de que vale la pena perseguir un fin sólo si hay medios prácticos para alcanzarlo.  En otras palabras, el nuevo summum bonum o el sumo bien es el éxito.  (¡Maquiavelo no sólo suena como el primer pragmático, sino que como el primer pragmático estadounidense!)

Maquiavelo no se limitó a quitarle rigurosidad a las normas morales, sino que las eliminó directamente. En este sentido, más que un pragmático, fue un anti-moralista.  La única relación que le parecía que la moralidad podía tener con el éxito era interponerse en su camino.  Enseñó que un príncipe exitoso debía "aprender el arte de no ser bueno" (El Príncipe, cap. 15), el arte de romper promesas, mentir, engañar y robar (cap. 18).

Debido a esas opiniones desvergonzadas, algunos de los contemporáneos de Maquiavelo sostuvieron que "El Príncipe" era una obra literalmente inspirada por el demonio.  Sin embargo, los pensadores modernos en general consideran que dicha obra surge de la ciencia.  Defienden a Maquiavelo arguyendo que no negaba la moralidad, sino que simplemente escribió un libro sobre otro tema, sobre lo que "es" en vez de lo que "debería ser".  Incluso lo elogian por no ser hipócrita, sugiriendo por ende que moral es sinónimo de hipocresía.

Es muy común en nuestros días malinterpretar la hipocresía, entendiéndola como no hacer lo que se predica.  En ese sentido, todos los hombres son hipócritas a menos que cesen con sus prédicas.  Matthew Arnold definió a la hipocresía como "el tributo que el vicio le paga a la virtud". Maquiavelo fue el primero en rehusarse a pagar incluso ese tributo. Superó la hipocresía, pero no elevando la práctica al nivel de la prédica, sino rebajando la prédica al nivel de la práctica, ajustando el ideal a lo real, más que lo real al ideal.

De hecho, realmente está diciendo: "Papá, ¡no me sermonees!" ["Papa, don't preach"] — como dice la canción de rock (ndt: de la cantante Madonna).  ¿Pueden imaginarse a Moisés diciéndole a Dios: "Papá, ¡no me sermonees!" en el Monte Sinaí? ¿A María diciéndoselo al ángel? ¿O que Cristo lo haya dicho en Getsemaní en vez de "Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya?". Si pueden hacerlo, están imaginando el infierno, pues nuestra esperanza de alcanzar el cielo depende de que esas personas justamente le dijeran a Dios "Papá, ¡sermonéame!

De hecho, hemos definido mal la "hipocresía". La hipocresía no consiste en no poner en práctica lo que uno predica, sino que en no creer en eso.  La hipocresía es la propaganda.

Según esta definición, Maquiavelo fue por poco el inventor de la hipocresía, dado que fue prácticamente el inventor de la propaganda.  Fue el primer filósofo que tuvo la esperanza de convertir a todo el mundo a través de la propaganda.

Maquiavelo entendía que su vida era una guerra espiritual contra la Iglesia y su propaganda. Creía que todas las religiones eran piezas de propaganda cuya influencia duraba entre 1.666 y 3.000 años.  Pensaba que el cristianismo desaparecería mucho antes del fin del mundo, probablemente cerca del año 1666, ya por invasiones bárbaras de oriente (lo que ahora es Rusia) o por el ablandamiento y debilitamiento del occidente cristiano desde dentro, o ambos.  Todos sus aliados fueron cristianos tibios que amaban a su patria terrenal más que al Cielo, al César más que a Cristo, al éxito social más que a la virtud.  Ellos fueron los destinatarios de su propaganda.  Dado que una absoluta franqueza en cuanto a sus objetivos sería inviable y un ateísmo confeso resultaría fatal, puso mucha atención en no caer en una herejía explícita.  Sin embargo, su meta fue la destrucción de la "farsa católica" y empleó como medio una agresiva propaganda laicista. (Uno puede sostener, generalizando quizás en exceso, que fue el padre del establishment mediático moderno).

Descubrió que se necesitaban dos herramientas para manejar la conducta de los hombres y así controlar la historia de la humanidad: la pluma y la espada, propaganda y armas.  De este modo podrían dominarse las mentes y los cuerpos… y la dominación era justamente su meta.

Según él, la vida humana y la historia de la humanidad estaban determinadas solamente por dos fuerzas: virtu (ímpetu) y fortuna (suerte).  La sencilla fórmula para el éxito era la maximización de la virtu y la minimización de la fortuna.  Su obra "El Príncipe" termina con esta horrorosa imagen: "la fortuna es mujer y, si se quiere dominarla, hay que golpearla y coaccionarla" (capítulo 25). En otras palabras, el secreto del éxito es una especie de violación.

Para lograr el control, además de la propaganda, Maquiavelo era un halcón.  Decía que "no puede haber buenas leyes donde no hay buenas armas y donde hay buenas armas es inevitable que haya buenas leyes" (capítulo 12).  En otras palabras, la justicia "sale del cañón de una pistola", para adaptar la frase de Mao Tse-tung.  Maquiavelo creía que "todos los profetas armados han triunfado y todos los desarmados han perecido" (capítulo 6). Entonces, Moisés debió haber utilizado armas que la Biblia omitió informar. Y Jesús, el sumo profeta desarmado, pereció: lo crucificaron y no resucitó. Sin embargo, su mensaje conquistó el mundo mediante la propaganda a través de armas intelectuales. Esta fue la guerra que desató Maquiavelo.

El relativismo social también emergió de la filosofía de Maquiavelo.  No reconoció ninguna ley universal por sobre las diferentes sociedades y dado que estas leyes y sociedades se originaron de la fuerza, más que de la moralidad, la moralidad se fundamenta en la inmoralidad.  El argumento es el siguiente: la moralidad sólo puede provenir de la sociedad, dado que no existe un Dios ni una ley moral natural universal dada por Dios.  Todas las sociedades surgieron de alguna revolución o de la violencia; por ejemplo, la sociedad romana, que fue el origen del derecho romano, emergió tras la muerte de Remo a manos de su hermano Rómulo.  La historia de la humanidad comienza cuando Caín mata a Abel.  En consecuencia, la ley se cimienta en la anarquía y la moralidad se cimienta en la inmoralidad.

El argumento es sólo tan fuerte como su primera premisa que — como en el relativismo sociológico que domina la mente de los escritores y lectores de casi todos los libros actuales de sociología – consiste en un ateísmo implícito.

Maquiavelo criticó a los ideales cristianos y clásicos de la caridad con un argumento similar.  Preguntaba: ¿cómo consiguen los bienes que dan? A través de una competencia egoísta.  Todos los bienes se obtienen a expensas de otros: si mi porción de pastel es mucho más grande es porque la de otros es mucho más pequeña.  Así, la generosidad depende del egoísmo.

Este argumento presupone el materialismo porque los bienes espirituales no disminuyen cuando se comparten o se dan y no privamos a otros de tenerlos cuando los adquirimos. Cuanto más dinero consiga, menos dinero tendrán los demás y cuanto más dinero dé, menos voy a tener.  Pero el amor, la verdad, la amistad y la sabiduría aumentan en vez de disminuir cuando los compartimos.  El materialista simplemente no puede ver u ocuparse de esto.

Maquiavelo creía que todos somos intrínsecamente egoístas.  Para él no existe nada como la conciencia innata o el instinto moral.  Entonces el único medio para lograr que las personas se comporten con moralidad es el uso de la fuerza, de hecho una fuerza totalitaria, que obligue a actuar en contra de la propia naturaleza.  Así podemos afirmar que los orígenes del totalitarismo moderno también se remontan a Maquiavelo.

Si el hombre es intrínsecamente egoísta, sólo puede moverse realmente por miedo y no por amor.  Así fue que Maquiavelo escribió: "Es mucho mejor ser temido que amado ... [debido a que] los hombres se preocupan menos de hacerle daño a quien se hace amar que a quien se hace temer.  El amor es un vínculo que los hombres, perversos por naturaleza, rompen según su conveniencia, pero el miedo se acrecienta por temor al castigo que siempre es eficaz" (capítulo 17).

Lo más sorprendente de esta filosofía cruel es que conquistó a la mente moderna, si bien atenuando o disimulando sus aspectos más oscuros.  Los sucesores de Maquiavelo moderaron su ataque a la moralidad y a la religión, pero no regresaron a la idea de un Dios personal o de la moralidad objetiva y absoluta como el cimiento de la sociedad.  El reduccionismo de Maquiavelo comenzó a aparecer como una apertura, una liberación.  Simplemente eliminó el piso más alto del edificio de la vida; sin Dios, sólo hombre; sin alma, sólo cuerpo; sin espíritu, sólo materia; sin debería, sólo es.  De todos modos este edificio aplastado parecía (a través de la propaganda) la Torre de Babel. Este confinamiento fue presentado como una liberación de los "encierros" de la moralidad tradicional, como si nos desajustáramos el cinturón.

El diablo no es un personaje de un cuento de hadas; no sólo es un estratega y psicólogo brillante sino que también es absolutamente real.  La línea de argumento de Maquiavelo es una de las mentiras más exitosas de las que el diablo se vale hasta nuestros días.  Todas las veces que somos tentados, el diablo está utilizando esta mentira para hacernos creer que lo malo es bueno y deseable, para hacer que la esclavitud parezca libertad y que "la libertad gloriosa de los hijos de Dios" parezca esclavitud.  Al "padre de las mentiras" no le fascina decir mentiras leves sino, La gran Mentira, que consiste en invertir la Verdad, poniendo debajo lo que debería estar encima.  Y se sale con la suya, a menos que nosotros desenmascaremos a los espías del enemigo.

(visto en http://www.catholiceducation.org/es/religion-y-filosofia/otros-temas/los-pilares-de-la-falta-de-fe-maquiavelo.html )

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maquiavelo básicamente lo que hace es escribir un método ("científico") por el cual el gobernante puede apoderarse de un
Estado y conservarlo...por cualquier medio (que el expone)

La verdad es que el poder se ha conseguido por muchos medios, y no todos ellos legítimos. Lo que hace Maquiavelo es quitar la ética y la moral de los medios. Si acaso lo que no es es cínico; es realista.

Pero ?Cual es la consecuencia de que el gobernante no se limite por la moral y la justicia?.(utilice la "razón de Estado" -es decir, mantenerse en el poder a toda costa)

En primer lugar, es muy peligroso, porque tiene el poder y la coacción legal.
La historia está llena de tiranos y despotas.

Claramente el ejercicio del podertiene que estar limitado en beneficio de todos.

Por otra parte, como siempre imitamos a los que están por encima de nosotros, si el gobernante es un inmoral, todos acabamos siendo inmorales.

Tal vez el que yo lo sea, no importa; pero el que todos lo seamos hace que sea más difícil vivir en sociedad; y nos perjudicamos todos.

En las relaciones con otros Estados, si un Estado se comporta mal, tarde o temprano le devolverán el favor. Seguramente en el peor momento; perjudicándose así los que viven en el.

El libro fue un éxito y un escándalo, -de hecho se escribió un "antimaquiavelo"-

Cuando en toda Europa (y en otras culturas) se escriben los libros de
"Espejos de Príncipes", el fin es para sugerir una educación -cristiana- al que vaya a mandar sobre los demás. En su beneficio, y en beneficio de su pueblo.

La religión es aquí esencial; no solo porque es la ideología del pueblo, y lo que establece y justifica las normas morales; es que es esencial que el más poderoso de todos tenga a su vez que dar cuenta de sus actos a alguien más poderoso todavía que él, y a quien no puede engañar ni del que puede esconderse.

Todo esto lo hemos dejado por el camino con la Revolución Francesa.

Y aquello que nos iba a hacer más felices y con lo que íbamos a vivir mejor, ha resultado ser un flagelo para la humanidad.

Se ve que quitar a Dios y poner al Hombre, no ha sido muy buena idea, atendiendo a los resultados.

Vemos claro que los tiranos, como Robespierre, Hitler, Lenin, Stalin, Mao...no quieren a un Dios que les ponga límites.

Quieren un maquiavelo que se los quite.
Para nuestra desgracia.