Pocas experiencias tan desalentadoras, humanamente hablando, como la de conversar con alguien acerca de Dios, sobre todo acerca de su misma existencia, y al final verle encoger los hombros en señal de ancha indiferencia, como diciendo: "quizá es interesante lo que me dices, pero... estoy ocupado, no me llama la atención, por ahora no lo necesito, no me termina de convencer del todo, lo encuentro francamente aburrido y desgastante, estoy bien así, etc, etc.".
Tal actitud proviene la inmensa mayoría de las veces de un ateísmo práctico poco consciente, pero no por ello menos eficaz. Se trata en el fondo no de una postura alcanzada luego de una crítica juiciosa de los argumentos, sino más bien de una decisión de la voluntad, con la cual el individuo busca proteger su estilo de vida de cualquier "amenaza", incluida la "amenaza" llamada Dios.
Y es que a decir verdad Dios es visto por muchos como una amenaza a su forma de vida, como el terrible juez lleno de prohibiciones y normas que llega a aguarnos la fiesta, a decirnos que prácticamente todo lo que hacemos está mal y a amenazarnos con un infierno eterno de sufrimientos indescriptibles si no le obedecemos "ciegamente" sus mandatos.
La anterior es una caricatura de Dios, se trata de una imagen que se ha transmitido con el correr de los siglos y que está presente en el imaginario de miles de personas. Y decimos caricatura porque es una deformación del verdadero rostro divino, que en Cristo se nos ha revelado como Padre amoroso, como bienhechor supremo y como pastor que cuida sus ovejas y no descansa hasta encontrar la que se ha extraviado para regresarla a su redil en hombros y feliz.
Lo lamentable es que esa distorsión del rostro de Dios es difundida no solo por los que podrían llamarse "enemigos" de Dios o de la religión, sino también por los que se supone son creyentes. Algunos han tomado del catecismo solo las partes más a propósito para generar miedo, dejando de lado aquellas que nos hablan del amor de Dios y de su plan para el hombre. Y armados con la parte de doctrina que han elegido van por ahí buscando atraer mediante el miedo, mediante el terror al infierno y mediante la amenaza de sufrimientos eternos.
Estos le hacen a la causa divina un mal servicio. De hecho llenan de argumentos a los "otros". Les facilitan la tarea de criticar la religión acusándola de dominar a través del miedo.
¡Si quienes viven lejos de Dios porque lo consideran una amenaza para su estilo de vida supieran que, contrario a lo que piensan, Dios no viene a quitarnos la alegría sino a ofrecernos una mayor!
¡Si supieran que lo que aquí llaman alegría y felicidad y que defienden con tanto ahínco, se reduce a vano espejismo transitorio y superficial!
¡Si tan solo alguien les explicara que Cristo ha venido para traer vida, y vida eterna!
¡Quizá pensarían distinto y dejarían de ver a Dios como enemigo o amenaza!
Es responsabilidad de los que nos decimos creyentes llevar a los demás un Dios amoroso, padre y redentor.
¿Existe el infierno? Por supuesto que sí. Pero también el cielo, y esa es nuestra mayor esperanza.
Leonardo Rodríguez V.
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