Ia-IIae q. 1 a. 4
En este cuarto artículo de la primera cuestión ST nos va a decir que necesariamente debe existir un fin último de la vida humana.
Ya nos dijo hace poco que el ser humano se propone fines al obrar, y que ello ni siquiera es exclusivo de la criatura racional sino que incluso en los irracionales y de hecho en toda la naturaleza se da el obrar por fines. Y tan importante es ese obrar por un fin que incluso el fin es el que da la especie al acto, hace que el acto sea lo que es, sobre todo en términos morales de bueno o malo.
Ahora ST da un paso más y pregunta si entre todos esos fines que perseguimos a diario y a lo largo de nuestra vida, no hay alguno que sea absoluto, último, es decir, que después de ese no se busque ninguno otro. Y va a responder que sí.
A diario nos vamos proponiendo muchos fines u objetivos y metas, y todo ello forma el entramado de nuestra cotidianidad e incluso de toda nuestra vida. Todo armoniosamente organizado en órdenes o niveles de fines que se van integrando en niveles cada vez de mayor amplitud, como círculos concéntricos.
Supongamos que queremos levantarnos mañana a las cinco de la mañana, ese sería en este caso el fin, ¿qué hacemos? Seguramente ponemos la alarma y nos vamos a dormir un poco más temprano para que madrugar no nos cueste tanto. Bien. Aquí hay una cadena de acciones (pequeñita, solo dos), que desembocan en que mañana efectivamente me levanto a la hora deseada. Fin cumplido. Podría decirse que el levantarme a las cinco de la mañana es "fin último" respecto de poner la alarma y acostarme temprano. Pero fíjense que es un "fin último" bastante pequeño, limitado.
Entonces vemos que a su vez dicho acto de levantarme temprano se incorpora a un nivel más amplio de acciones y fines, porque a su vez levantarme temprano lo hago por una razón, es decir, por un fin, ¿cuál? Poder llegar a tiempo a la universidad a estudiar. Aquí tenemos un fin más amplio, que abarca más acciones. Porque para ir a la universidad a estudiar debo dejar listos la noche anterior los libros que voy a llevar, quizá terminar algún ensayo que debo entregar o preparar un examen. Además debo tomar el transporte a la hora adecuada, por la ruta más conveniente, etc. Tenemos así una serie de acciones que se entienden en orden al fin, el fin explica esas acciones, les da un sentido.
Pero aquí vale aclarar algo, el fin de cada serie de acciones ordenadas no solo da sentido a lo que se hace en orden a él, sino que incluso da la fuerza para que cada cosa se haga, da el motivo, es motor. Porque ciertamente ponemos el reloj PORQUE queremos levantarnos a cierta hora PORQUE queremos salir a tiempo de casa PORQUE queremos tomar el transporte adecuado PORQUE queremos llegar a tiempo a la universidad PORQUE queremos que allí todo vaya bien y poder obtener el título.
Bien, seguimos.
Resulta que aquí hemos encontrado fines que explican, dirigen, motivan y justifican o dan razón de una serie de acciones, y por tanto podemos llamarlos fines últimos, dentro de ese orden de acciones. Y también vimos que cada serie u orden de fines va como integrándose en una más amplia, donde aparece un fin de mayor generalidad, que abarca, explica, dirige, motiva y justifica una serie mayor de acciones ordenadas.
Pero resulta que si afinamos el análisis vemos que ni levantarnos a las cinco de la mañana, ni obtener un título universitario, a pesar de ser fines que perseguimos y fines en cierta forma "últimos" dentro de su nivel, no obstante no son fines último absolutos, por decirlo de alguna manera, con todo lo importantes que son no se puede decir que sean el fin último completamente último de la vida humana. Porque aún al obtener el título podríamos seguir preguntando ¿para qué? Entonces diríamos, por ejemplo, que queremos el título para lograr un buen trabajo, ¿para qué? Para obtener buenos ingresos económicos y poder sostenernos y formar una familia, ¿para qué?
Y así.
Pero lo que santo Tomás nos dice es que necesariamente debe haber un alto en esa serie de "para qué", ¿por qué?
Aquí nos toca ponernos un poco técnicos, sabrán disculpar.
ST dice que cuando estamos frente a una serie ordenada de causas (recuerden que el fin es una de las cuatro causas aristotélicas), necesariamente debe haber una primera de la cual las demás dependen. ¿Cómo así? Claro, piensen en una serie ordenada de causas, es decir, en una serie de causas donde cada una ejerce su causalidad solo en la medida en que a su vez está siendo causada por otra, y esta por otra, y esta por otra...por ejemplo piensen en el bastón del abuelo que golpea la piedra; esa piedra solo se mueve por el golpe del bastón, pero ese bastón solo se mueve por la acción de la mano, esa mano solo se mueve por la acción del sistema nervioso, el sistema nervioso solo se mueve, en últimas, por la acción de la voluntad, la voluntad solo actúa...etcétera, se entiende la idea. O piensen en un plato que sostiene una manzana, pero a su vez es sostenido por una bandeja, que a su vez es sostenido por una mesa, que a su vez es sostenida por el piso, que a su vez es sostenida por las placas terrestres, etcétera.
Eso, más o menos, es una serie ordenada de causas, causas que causan solo en la medida en que a su vez reciben el influjo causal de otra, esta de otra y así. Pero ese así no puede ser infinito. ¿Por qué?
Porque en una serie de ese tipo, si ustedes se fijan, toda la fuerza de cada causa para causar, viene de la causa que sobre ella ejerce a su vez su causalidad, y con esa pasa lo mismo, y así. Pero resulta que si no hay UNA PRIMERA que no reciba su fuerza causal de ninguna otra sino que sea ELLA MISMA la razón de su poder causal, entonces NINGUNA de las demás podrían causar nada.
Les voy a poner un ejemplo malo, pero para más o menos mostrar lo que estoy diciendo, recuerden que es un mal ejemplo: piensen en los vagones de una locomotora, el uno se mueve porque el de atrás lo tira o arrastra, pero el de atrás se mueve porque a su vez es tirado o arrastrado, y así...hasta llegar a la locomotora que como que se mueve por sí misma sin que nada la arrastre. Ahora traten de quitar la locomotora del paisaje y verán que ningún vagón se movería, ¿cierto? Porque falta la primera, porque la fuerza de la primera de cierta forma se extiende hasta el último vagón, aunque sean mil, un millón, la cantidad de vagones que ustedes quieran, NECESITAN la locomotora.
Bien, les dije que era un mal ejemplo porque los vagones no tienen ninguna causalidad propia, sino que son meros como transmisores de la causalidad de la locomotora, en cambio el ser humano en su acción deliberada sí tiene acción propia, obviamente en dependencia ontológica de la Causa primera, pero aún así el ser humano es propiamente causa de sus actos, de otra manera no le serían imputables y no sería responsable de lo que hace.
Entonces ST nos dice que en una serie ordenada de causas hay necesariamente una primera, que en el caso de la causa final o finalidad se llama fin último.
Ahora bien, ST dice que en el tema del fin hay dos órdenes, el orden de la intención y el orden de la ejecución, que ya mencionamos anteriormente. Y en ambos órdenes dice ST que necesariamente debe haber un principio que de fuerza y justificación al proceso. En el orden de la intención dicho principio es precisamente el fin último, y afirma que si no hubiera un fin último en el orden de la intención "no habría apetencia de nada, ni se llevaría a cabo acción alguna, ni tampoco reposaría la intención del agente", lo cual queda mostrado en los ejemplos que poníamos al inicio.
Y Por otra parte en el orden de la ejecución el principio es el primero de los medios o acciones que se realizan en orden al fin, donde si no hubiera un principio nada se haría y no nos resolveríamos nunca a hacer nada determinado.
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Fundamentalmente lo que aquí nos está diciendo ST es que en todas las cosas que hacemos y nos proponemos, sean las que sean, lo sepamos o no, seamos conscientes de ello o no, hay detrás un anhelo de algo más, de algo que muchas veces escapa a la conciencia del momento. Cuando preguntamos continuamente para qué, al final llegamos a la única respuesta que no admite un nuevo para qué, y es la felicidad, ¿para qué todo aquello? Para ser feliz, porque buscamos la felicidad. Y ahí ya no es posible seguir preguntando, porque preguntar ¿para qué ser feliz? Es la única pregunta imposible.
Leonardo Rodríguez Velasco
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