Ya hemos mencionado que uno de los instrumentos de que se vale este nuevo orden que lentamente se va imponiendo es del lenguaje y el cambio de significado de las palabras que lo integran. Así, en economía se ha abierto paso un nuevo código semántico que da a entender que los productos no deben servir de medios para quienes los producen, sino de pretendidos fines para quienes los consumen. El reputado fin es exhortar al colectivo social de que los productores de bienes (y de riqueza) les deben algo que en un momento dado se puede reclamar; en realidad, es una consigna ideológica que viene aplicándose tanto en la economía como en la política bajo el llamado “Estado Social de Derecho” y, más pronto de lo que pensamos, bajo la constitución universal llamada Carta de la Tierra.
Por supuesto, añadida la palabreja, añadida la consigna, desde la expropiación arbitraria hasta la supresión del mismo derecho. Este fraude semántico ha originado que sin mayor controversia se acepten conceptos ya implantados en la legislación moderna, cuando no en las sentencias “aditivas” establecidas por jueces voluntaristas que interpretan la ley con licencias legislativas. Véase, por ejemplo, que al aborto hoy se le dan los nombres de “salud reproductiva”, “interrupción del embarazo” o “el derecho de la mujer a su propio cuerpo”, eufemismos que esconden el verdadero significado de las palabras y que moldean esquemas de pensamiento condicionantes de nuevas actitudes sociales que, además, permiten excesos legales y conductas personales antes penalizadas por la ley. Así, la preocupación por “lo social”, sin que se tenga en cuenta las realidades dispares de una sociedad, conduce a ignorar su propia constitución sicológica, cultural y religiosa.
Tal ha sido el caso de las diferentes conferencias internacionales de la mujer realizadas por las Naciones Unidas en El Cairo, Nueva York y Brasil, en las que se ha puesto de manifiesto una ideología de género que, por un lado, conduce a que el género se le trate como a sexo y, por otro, que al sexo se le trate como a género. Me explico. En el primer caso, la “perspectiva de género”, también llamada “lenguaje in170 cluyente”, nos impone que en el lenguaje común se tenga que decir “ellos” y “ellas”, “nosotros y nosotras”, “vosotros” y “vosotras”, “ciudadanos y ciudadanas”, determinando un sexo para lo que podría ser simplemente la referencia genérica, categoría gramatical que nada tiene que ver con el sexo de las personas. En el trato del sexo como género se pretende hacer creer que el hombre nace sexualmente indefinido y que es la sociedad la que impone ciertos patrones de conducta asociados con el sexo masculino o femenino. Es decir, los hombres y las mujeres no se sienten mutuamente atraídos por naturaleza, puesto que ella no existe, sino por imposición social.
Tales movimientos feministas no reparan, o no contestan, algunas preguntas que surgen: si, como ellas aseguran, existen cinco sexos, el heterosexual, homosexual, lesbiana, bisexual y transexual, ¿cómo es que el ser humano nace sexualmente indefinido? ¿Cómo es que la sociedad ha impuesto unos patrones de conducta evidentemente heterosexuales si no es porque la mayoría nace heterosexual? No obstante, algunas organizaciones feministas, conscientes de estas inconsistencias, aseguran que si la sociedad no hubiera reprimido las diversas orientaciones sexuales existentes la naturaleza habría dispuesto de recursos para la procreación con personas del mismo sexo. Esto nos lleva a plantear otros problemas, como que podemos evolucionar orgánicamente según lo dispongamos y que, después de todo, la naturaleza que ellas niegan sí existe.
Este feminismo de género que empieza por la utilización de ciertos vocablos sexistas está ya presente en diversas organizaciones culturales, colegios, universidades, está presente en el vocabulario político y hasta en la forma en que los nuevos papas redactan sus encíclicas.
(tomado de : "LOS INSTRUMENTOS DEL NUEVO ORDEN MUNDIAL: EL DERECHO, LA ECONOMÍA, LA CIENCIA, EL LENGUAJE Y LA RELIGIÓN EN LA SOCIEDAD DEL SIGLO XXI" , Pablo Victoria Wilches )
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