La propaganda en la guerra cultural
La aceptación de la cultura homosexual a través de las campañas propagandísticas no podría dejar de ser una meta importante a alcanzar en la guerra que se ha planteado contra las normas convencionales comúnmente aceptadas hasta ahora.
Refuerza de manera importante los que ya se está haciendo en el plano educativo, anteriormente descrito. Esta guerra va más allá del plano científico, ético y moral para convertirse en un embate semántico en el que se utiliza profusamente el poder de persuasión de la propaganda. Sus elementos fundamentales tocan los planos psicológicos a través de los medios de comunicación valiéndose de los más modernos medios utilizados por el mercadeo moderno para llegar el mismo centro nervioso de los debates intelectuales. Por eso ha sido dicho que “…las ideas constituyen la fuente y el origen de la autoridad, por lo que el control que se ejerza sobre las ideas constituye el poder absoluto en cualquier sociedad”.
En la sociedad post-moderna la posesión de la verdad no es esencial; lo que resulta esencial es la posesión del poder y por ello el medio propagandístico, en el que el Internet es una herramienta de trabajo principalísima, resulta estratégico.
Esta tecnología de la comunicación ha hecho posible que el movimiento homosexual explote a su conveniencia los valores de una sociedad cuyas tradiciones están socavadas. Para lograr los fines del poder, los movimientos homosexuales se valen de ciertas estrategias que a continuación describiremos brevemente.
Primera estrategia: Crear un clima favorable para que el mensaje lanzado tenga una influencia decisiva en el oyente sin que sea abiertamente percibido por éste. Ejemplo de su eficacia es el éxito que se tuvo en que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) para que se excluyera la homosexualidad en su lista de trastornos mentales.
Segunda estrategia: Sentar el precedente de que los grupos prohomosexuales no se paran en mientes para desacreditar, intimidar y silenciar a quien se atreva a oponer resistencia, sea científica o argumentativa, a la agenda propuesta.
Tercera estrategia: Valerse de la institución democrática como marco fundamental para adelantar la idea de las libertades personales. Las palabras ‹‹derechos de los homosexuales›› ponen de manifiesto el éxito a favor de la legitimación de la homosexualidad como un colectivo al que se le debe protección. La palabra ‹‹derecho›› predispone al oyente a mirar con buenos ojos las propuestas que provengan de este colectivo.
Cuarta estrategia: Valerse de la palabra ‹‹gay›› para amortiguar las connotaciones negativas que pueden tener otros términos en los diferentes idiomas. Como se sabe, gay significa en inglés ‹‹alegre››, ‹‹feliz››, término semánticamente similar a joy. No se conoce bien el origen de la utilización de esta palabreja para describir al homosexual en inglés, pero no cabe duda que los que la emplearon por primera vez fueron hábiles en el empleo del vocablo.
Quinta estrategia: Mostrar algunas personalidades históricas y de gran reputación como homosexuales, declarados o no, pero siempre como ejemplos a imitar o a aceptar. Esto logra asociar a los homosexuales con imágenes positivas y a la población que lo rechaza con la intolerancia, los fascistas y hasta con los verdugos nazis. Afín a esta estrategia es enseñar cómo en la democrática Grecia la homosexualidad era perfectamente admitida, lo mismo que en la Roma tolerante, cunas ambas de la civilización que nos pertenece.
Sexta estrategia: Los pederastas, travestis, sado-masoquistas y otros grupos minoritarios dentro de la comunidad homosexual se han de mantener en un segundo plano hasta que se complete la tarea psicológica, social y jurídica que permita aceptar plenamente y si reticencias todas las conductas homosexuales.
Que la APA haya aceptado la homosexualidad como algo normal tiene importantes consecuencias, si se tiene en cuenta que hasta hace muy poco ésta se consideraba delito y hacia principios del siglo XX se les consideraba enfermos patológicos.
Fue Alfred Kinsay quien primero argumentó en sendos estudios (Comportamiento sexual en el hombre, 1948, y Comportamiento sexual en la mujer, 1953) que la mayoría de los norteamericanos mostraban tendencias homosexuales y que este comportamiento no era, por tanto, patológico ni anormal. Fue John D. Rocke189 feller el encargado de divulgar dichos estudios y de poner su imperio económico al servicio de su divulgación y aceptación. Las prohibiciones penales de la homosexualidad permanecieron vigentes en los Estados Unidos hasta los años 70, a partir de los cuales los diferentes Estados fueron despenalizando la conducta impulsados por las violentas protestas por este colectivo acaecidas en 1973. La primera fase fue, pues, la despenalización; la segunda, la elevación de esta conducta a estilo de vida; la tercera, desarrollada en la actualidad, es la inducción a la imitación de tal conducta. Todo esto se ha logrado con no poca influencia de una mentalidad victimista extendida por todo el mundo y que ahora ha desembocado en la aprobación de leyes contra la homofobia. En menos de treinta años la propaganda y el cambio de los paradigmas lingüísticos ha significado la casi universal aceptación de esta conducta como algo perfectamente normal en el ser humano. Resulta curioso que a sólo cuatro años de que la APA votara aceptando como normal la homosexualidad el 69% de los psiquiatras todavía considerara esta conducta como una alteración patológica.
Muy curioso también resulta registrar que en el libro Destructive Trends in Mental Health los psicólogos clínicos Rogers H. Wright y Nicholas A. Cummings, quienes suscriben la llamada “agenda ultraliberal” en algunos de sus aspectos, lo hacen a nivel puramente personal sin que esto les obste para condenar abiertamente el daño que a la ciencia le está infligiendo la APA con sus posturas poco científicas sobre el particular. Según estos autores, las opiniones de la APA deberían estar fundamentadas en “datos y experiencia científicamente demostrables” y pasa a hacer un aguda crítica sobre lo ideologizada que está dicha organización.
La aceptación de la cultura homosexual a través de las campañas propagandísticas no podría dejar de ser una meta importante a alcanzar en la guerra que se ha planteado contra las normas convencionales comúnmente aceptadas hasta ahora.
Refuerza de manera importante los que ya se está haciendo en el plano educativo, anteriormente descrito. Esta guerra va más allá del plano científico, ético y moral para convertirse en un embate semántico en el que se utiliza profusamente el poder de persuasión de la propaganda. Sus elementos fundamentales tocan los planos psicológicos a través de los medios de comunicación valiéndose de los más modernos medios utilizados por el mercadeo moderno para llegar el mismo centro nervioso de los debates intelectuales. Por eso ha sido dicho que “…las ideas constituyen la fuente y el origen de la autoridad, por lo que el control que se ejerza sobre las ideas constituye el poder absoluto en cualquier sociedad”.
En la sociedad post-moderna la posesión de la verdad no es esencial; lo que resulta esencial es la posesión del poder y por ello el medio propagandístico, en el que el Internet es una herramienta de trabajo principalísima, resulta estratégico.
Esta tecnología de la comunicación ha hecho posible que el movimiento homosexual explote a su conveniencia los valores de una sociedad cuyas tradiciones están socavadas. Para lograr los fines del poder, los movimientos homosexuales se valen de ciertas estrategias que a continuación describiremos brevemente.
Primera estrategia: Crear un clima favorable para que el mensaje lanzado tenga una influencia decisiva en el oyente sin que sea abiertamente percibido por éste. Ejemplo de su eficacia es el éxito que se tuvo en que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) para que se excluyera la homosexualidad en su lista de trastornos mentales.
Segunda estrategia: Sentar el precedente de que los grupos prohomosexuales no se paran en mientes para desacreditar, intimidar y silenciar a quien se atreva a oponer resistencia, sea científica o argumentativa, a la agenda propuesta.
Tercera estrategia: Valerse de la institución democrática como marco fundamental para adelantar la idea de las libertades personales. Las palabras ‹‹derechos de los homosexuales›› ponen de manifiesto el éxito a favor de la legitimación de la homosexualidad como un colectivo al que se le debe protección. La palabra ‹‹derecho›› predispone al oyente a mirar con buenos ojos las propuestas que provengan de este colectivo.
Cuarta estrategia: Valerse de la palabra ‹‹gay›› para amortiguar las connotaciones negativas que pueden tener otros términos en los diferentes idiomas. Como se sabe, gay significa en inglés ‹‹alegre››, ‹‹feliz››, término semánticamente similar a joy. No se conoce bien el origen de la utilización de esta palabreja para describir al homosexual en inglés, pero no cabe duda que los que la emplearon por primera vez fueron hábiles en el empleo del vocablo.
Quinta estrategia: Mostrar algunas personalidades históricas y de gran reputación como homosexuales, declarados o no, pero siempre como ejemplos a imitar o a aceptar. Esto logra asociar a los homosexuales con imágenes positivas y a la población que lo rechaza con la intolerancia, los fascistas y hasta con los verdugos nazis. Afín a esta estrategia es enseñar cómo en la democrática Grecia la homosexualidad era perfectamente admitida, lo mismo que en la Roma tolerante, cunas ambas de la civilización que nos pertenece.
Sexta estrategia: Los pederastas, travestis, sado-masoquistas y otros grupos minoritarios dentro de la comunidad homosexual se han de mantener en un segundo plano hasta que se complete la tarea psicológica, social y jurídica que permita aceptar plenamente y si reticencias todas las conductas homosexuales.
Que la APA haya aceptado la homosexualidad como algo normal tiene importantes consecuencias, si se tiene en cuenta que hasta hace muy poco ésta se consideraba delito y hacia principios del siglo XX se les consideraba enfermos patológicos.
Fue Alfred Kinsay quien primero argumentó en sendos estudios (Comportamiento sexual en el hombre, 1948, y Comportamiento sexual en la mujer, 1953) que la mayoría de los norteamericanos mostraban tendencias homosexuales y que este comportamiento no era, por tanto, patológico ni anormal. Fue John D. Rocke189 feller el encargado de divulgar dichos estudios y de poner su imperio económico al servicio de su divulgación y aceptación. Las prohibiciones penales de la homosexualidad permanecieron vigentes en los Estados Unidos hasta los años 70, a partir de los cuales los diferentes Estados fueron despenalizando la conducta impulsados por las violentas protestas por este colectivo acaecidas en 1973. La primera fase fue, pues, la despenalización; la segunda, la elevación de esta conducta a estilo de vida; la tercera, desarrollada en la actualidad, es la inducción a la imitación de tal conducta. Todo esto se ha logrado con no poca influencia de una mentalidad victimista extendida por todo el mundo y que ahora ha desembocado en la aprobación de leyes contra la homofobia. En menos de treinta años la propaganda y el cambio de los paradigmas lingüísticos ha significado la casi universal aceptación de esta conducta como algo perfectamente normal en el ser humano. Resulta curioso que a sólo cuatro años de que la APA votara aceptando como normal la homosexualidad el 69% de los psiquiatras todavía considerara esta conducta como una alteración patológica.
Muy curioso también resulta registrar que en el libro Destructive Trends in Mental Health los psicólogos clínicos Rogers H. Wright y Nicholas A. Cummings, quienes suscriben la llamada “agenda ultraliberal” en algunos de sus aspectos, lo hacen a nivel puramente personal sin que esto les obste para condenar abiertamente el daño que a la ciencia le está infligiendo la APA con sus posturas poco científicas sobre el particular. Según estos autores, las opiniones de la APA deberían estar fundamentadas en “datos y experiencia científicamente demostrables” y pasa a hacer un aguda crítica sobre lo ideologizada que está dicha organización.
(tomado
de : "LOS INSTRUMENTOS DEL NUEVO ORDEN MUNDIAL: EL DERECHO, LA
ECONOMÍA, LA CIENCIA, EL LENGUAJE Y LA RELIGIÓN EN LA SOCIEDAD DEL SIGLO
XXI" , Pablo Victoria Wilches )
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