La metodología de la corrupción
Debo, primero que todo, reconocer la importancia de la educación sexual graduada y dosificada de acuerdo con la edad de los educandos. Pero en Colombia, por ejemplo, se dedican doce años al estudio del tópico sexual, lo que supera ampliamente el tiempo dedicado a cualquiera otra materia de conocimiento curricular tradicional. En tanto que hay saturación en el tema sexual, allí, ni en España, se hace esfuerzo alguno por inculcar en el estudiantado la ética del trabajo, el liderazgo en la creación de empresas, la excelencia en la vida profesional. Es por eso que entre el reconocimiento de la importancia de la sexualidad y el hecho de dedicar tantos años a un plan de educación sexual se abre todo un abismo.
La estructura curricular de los proyectos de educación sexual vigentes en la mayoría de países dispone que se prepare a los escolares de once años de edad a “conocer la sexualidad en la pareja de los padres”, la “ruptura de los estereotipos sociales: hombre hostil, mujer tierna” y “abrazar y acariciar”. Comoquiera que ya a los doce años se entrena a los niños en el “autoerotismo”, parece evidente que enseñar a “abrazar y acariciar” no es más que una preparación para lo que sigue. Pero el empleo de estos dos verbos no es tan inocente como parece, porque tampoco se explica a quién se puede abrazar y acariciar, por lo que resulta obvio que puede ser a otros niños de distinto o del mismo sexo.
Esto lo confirma una cartilla cuyo nombre es Aprendiendo acerca de mí, de Nelsy Bonilla de Bejarano y Yolanda Jiménez de Echeverri, en la que se da al instructor las siguientes recomendaciones:
“Invita a niños y niñas a observarse detenidamente entre sí y que descubran elementos iguales. Oriéntalos para que formen grupos, por ejemplo, según el color de los ojos, del pelo, etc. En los grupos, pídeles que identifiquen características que los hacen diferentes. Finalmente, indúcelos al reconocimiento de los dos sexos”.
Para nadie es un secreto que la piel del niño de once años ha adquirido ya características erógenas y es a esta edad cuando comienza a experimentar deseos sexuales que se exacerban si son intencionalmente provocados. Esta apreciación resulta de que en la mencionada cartilla complementaria, Aprendiendo acerca de mí, se induce a los niños desde los cuatro años de edad a no hacer ninguna distinción entre los sexos y a descartar las características masculinas y femeninas tradicionales como “únicas o como exclusivas de un sexo”. Esta es la llamada ruptura de los estereotipos sexuales del proyecto vigente en Colombia, calcado del de España.
No obstante lo anterior, parecería ser que ninguna cantidad de decretos o directivas ministeriales pueden cambiar la expresión natural del ser de cada sexo porque sería como pedirle a la naturaleza que no produjera aves machos de vívidos colores y hembras de más pálido plumaje. Dicho esto, es igualmente probable que todo este intensivo entrenamiento en las labores del sexo vaya produciendo una sociedad más promiscua y menos proclive a guardar ciertos comportamientos hasta ahora reputados convenientes en nuestra civilización.
Así, desde los diez años de edad se enseña a los niños “el amor, la intimidad y el placer” y lo que “se siente corporalmente” en materia sexual, además de la “regulación de la fertilidad”, cuando ya a los siete años se les ha enseñado “la relación sexual, embarazo y parto”. Ausentes permanecen de esta enseñanza el pudor frente a extraños, el respeto interpersonal y otros valores más constructivos para niños de tan tierna edad en que la naturaleza parece haber proveído que en estas edades predomine la inocencia porque su inteligencia no está en capacidad de asimilar estas realidades sexuales. Veamos cómo se ilustra en la mencionada cartilla la relación sexual para niños de cuatro a cinco años de edad:
“Cuando un hombre y una mujer se quieren, comparten muchos momentos de unión espiritual y física. Uno de ellos es cuando están solos y muy cerca el uno del otro, ambos desnudos, muy juntos. Los besos y las caricias que se dan hacen que el pene del hombre, que estaba flojito, se ponga duro y bien derechito. Así se prepara para ser introducido en el huequito de la mujer que se llama vagina. Estando así, los dos sientes mucha felicidad”.
Cualquier desprevenido padre de familia podría estar de acuerdo que no sólo esta descripción es inadecuada para niños de la mencionada edad de cuatro años, sino que configura todo un cuadro de corrupción de menores que podría contemplarse en cualquier código penal, de no ser porque la corrupción se imparte con la sanción oficial del Estado. Es por todo esto que quedó dicho que esta ecuación sexual inicia la masificación de la promiscuidad, se sustituyen los valores tradicionales y se pierde el concepto de pudor y de intimidad. Es así como se les prepara para que sean fácilmente presa del abuso de los mayores y se abusen entre ellos mismos.
Ilustrativo de todo cuanto estamos reseñando es el reciente reparto pornográfico que hizo el ayuntamiento de Guadalajara a 24 colegios de primaria, según se reportó en un importante diario madrileño. Cito textualmente: “El relato describe cómo una joven se masturba en el trayecto de un autobús bajo la atenta mirada de otro pasajero… Podía ponerse remedio allí mismo sin acabar pringada del semen pastoso que, precisamente, la excitaba tanto. Para ella todo era vaivén, todo era restregar el sexo contra la costura del pantalón en el asiento, todo era un duro pene en su mente…”
Este no es el único caso. En Castilla-La Mancha el Instituto de la Mujer repartió en los colegios un folleto que, entre otras cosas, decía: “El inicio de la autoestima es aprender a tener una relación positiva con tu cuerpo. Para ello te puede ayudar el relacionarte con tu cuerpo… mastúrbate en algunas partes concretas de tu cuerpo, por ejemplo, el glande del clítoris, entrégate a sentir tu cuerpo, y si te gusta especialmente una chica haz lo mismo que si te gusta un chico: conocerle mejor, decírselo, comunicarte y, cuando lo decidáis, expresaos afectiva y sexualmente… quizás más de una vez te han dicho que eres una persona joven para mantener relaciones sexuales. Nunca es pronto para querer a alguien ni para sentir relaciones placenteras en el cuerpo”.
El propósito corruptor de estos folletos es suficientemente obvio como para abundar sobre el tema. Sus fines saltan a la vista. No obstante, cabe señalar que el objeto de estas doctrinas humanistas es desviar considerablemente la sexualidad de los fines sexuales que dominan todo lo que hay de humano y de dirigirla hacia nuevos objetivos presentados a la humanidad en el actual curso de la evolución cultural; por ello se presentan las relaciones sexuales contemporáneas como poco satisfactorias, desvisten de todo valor ético las relaciones entre las parejas y reducen al hombre a sus más básicos instintos animales. Es por esta misma razón que se reputan válidas y “normales” las relaciones homosexuales.
Ha sido meta objetiva del totalitarismo y sus diversas doctrinas, combatir las instituciones tradicionales con la esperanza de abolir las limitaciones que las creencias y costumbres, emanadas de nada distinto que de la naturaleza humana, han impuesto al hombre y que hoy se reputan perjudiciales a él y a la misma sociedad. La ingeniería social pretendida implica buscar la raíz de los males en las condiciones dadas por la naturaleza y, al pretender reformarlas, llegar a reformar la naturaleza misma.
Los eminentes historiadores Will y Ariel Durant describieron la decadencia de Grecia de la siguiente manera:
“Únicamente un acto de imaginación persistente, o el don de la observación, nos permite entender lo que significa para una nación que su religión tradicional perezca. La civilización clásica griega había sido construida sobre la devoción patriótica de la ciudad-estado y de la moralidad clásica… La moralidad sexual se relajó aún más allá de los lazos estándares de la era de Pericles. El homosexualismo se volvió popular; el joven Delphis ‘está enamorado’, decía Theocritus Simaetha, ‘pero si es de hombre o de mujer, no lo sé”.
Esta patética apreciación es complementada por los mismos autores con la siguiente de la Roma decadente:
“El matrimonio, que había sido una unión económica de por vida, ahora era entre cien mil romanos una aventura pasajera sin gran significado espiritual”, en el que las mujeres podían tener tantos amantes cuanto quisieran, pues estaban emancipadas. Y añaden en su epílogo:
“Las causas esenciales del ocaso de Roma estuvieron en sus gentes, su moral, su lucha de clases, su debilitado comercio, su despotismo burocrático, sus altos impuestos, sus guerras interminables… La desintegración moral había empezado con la conquista romana de Grecia y había culminado bajo Nerón… Y fue porque Roma estaba agonizante que la cristiandad creció tan rápidamente”.
A este mismo respecto, vale la pena también citar a Paul Jonson, otro brillante historiador:
“La declinación de la fe en la Ley Natural ha estado acompañada por el crecimiento del relativismo moral, la doctrina de que los axiomas de lo correcto o lo incorrecto varían de acuerdo con la época y las costumbres: n hay absolutos, simplemente las normas de las sociedades en particular. En síntesis, lo que se hace es lo que se debe hacer… por eso en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña tenemos el espectáculo patético de algunas iglesias tratando de justificar la perversión sexual porque existen personas que son homosexuales practicantes, o el divorcio, porque tanta gente se divorcia, o el sexo prematrimonial, porque son tan numerosas las parejas que viven juntas sin la bendición del matrimonio”.
Debo, primero que todo, reconocer la importancia de la educación sexual graduada y dosificada de acuerdo con la edad de los educandos. Pero en Colombia, por ejemplo, se dedican doce años al estudio del tópico sexual, lo que supera ampliamente el tiempo dedicado a cualquiera otra materia de conocimiento curricular tradicional. En tanto que hay saturación en el tema sexual, allí, ni en España, se hace esfuerzo alguno por inculcar en el estudiantado la ética del trabajo, el liderazgo en la creación de empresas, la excelencia en la vida profesional. Es por eso que entre el reconocimiento de la importancia de la sexualidad y el hecho de dedicar tantos años a un plan de educación sexual se abre todo un abismo.
La estructura curricular de los proyectos de educación sexual vigentes en la mayoría de países dispone que se prepare a los escolares de once años de edad a “conocer la sexualidad en la pareja de los padres”, la “ruptura de los estereotipos sociales: hombre hostil, mujer tierna” y “abrazar y acariciar”. Comoquiera que ya a los doce años se entrena a los niños en el “autoerotismo”, parece evidente que enseñar a “abrazar y acariciar” no es más que una preparación para lo que sigue. Pero el empleo de estos dos verbos no es tan inocente como parece, porque tampoco se explica a quién se puede abrazar y acariciar, por lo que resulta obvio que puede ser a otros niños de distinto o del mismo sexo.
Esto lo confirma una cartilla cuyo nombre es Aprendiendo acerca de mí, de Nelsy Bonilla de Bejarano y Yolanda Jiménez de Echeverri, en la que se da al instructor las siguientes recomendaciones:
“Invita a niños y niñas a observarse detenidamente entre sí y que descubran elementos iguales. Oriéntalos para que formen grupos, por ejemplo, según el color de los ojos, del pelo, etc. En los grupos, pídeles que identifiquen características que los hacen diferentes. Finalmente, indúcelos al reconocimiento de los dos sexos”.
Para nadie es un secreto que la piel del niño de once años ha adquirido ya características erógenas y es a esta edad cuando comienza a experimentar deseos sexuales que se exacerban si son intencionalmente provocados. Esta apreciación resulta de que en la mencionada cartilla complementaria, Aprendiendo acerca de mí, se induce a los niños desde los cuatro años de edad a no hacer ninguna distinción entre los sexos y a descartar las características masculinas y femeninas tradicionales como “únicas o como exclusivas de un sexo”. Esta es la llamada ruptura de los estereotipos sexuales del proyecto vigente en Colombia, calcado del de España.
No obstante lo anterior, parecería ser que ninguna cantidad de decretos o directivas ministeriales pueden cambiar la expresión natural del ser de cada sexo porque sería como pedirle a la naturaleza que no produjera aves machos de vívidos colores y hembras de más pálido plumaje. Dicho esto, es igualmente probable que todo este intensivo entrenamiento en las labores del sexo vaya produciendo una sociedad más promiscua y menos proclive a guardar ciertos comportamientos hasta ahora reputados convenientes en nuestra civilización.
Así, desde los diez años de edad se enseña a los niños “el amor, la intimidad y el placer” y lo que “se siente corporalmente” en materia sexual, además de la “regulación de la fertilidad”, cuando ya a los siete años se les ha enseñado “la relación sexual, embarazo y parto”. Ausentes permanecen de esta enseñanza el pudor frente a extraños, el respeto interpersonal y otros valores más constructivos para niños de tan tierna edad en que la naturaleza parece haber proveído que en estas edades predomine la inocencia porque su inteligencia no está en capacidad de asimilar estas realidades sexuales. Veamos cómo se ilustra en la mencionada cartilla la relación sexual para niños de cuatro a cinco años de edad:
“Cuando un hombre y una mujer se quieren, comparten muchos momentos de unión espiritual y física. Uno de ellos es cuando están solos y muy cerca el uno del otro, ambos desnudos, muy juntos. Los besos y las caricias que se dan hacen que el pene del hombre, que estaba flojito, se ponga duro y bien derechito. Así se prepara para ser introducido en el huequito de la mujer que se llama vagina. Estando así, los dos sientes mucha felicidad”.
Cualquier desprevenido padre de familia podría estar de acuerdo que no sólo esta descripción es inadecuada para niños de la mencionada edad de cuatro años, sino que configura todo un cuadro de corrupción de menores que podría contemplarse en cualquier código penal, de no ser porque la corrupción se imparte con la sanción oficial del Estado. Es por todo esto que quedó dicho que esta ecuación sexual inicia la masificación de la promiscuidad, se sustituyen los valores tradicionales y se pierde el concepto de pudor y de intimidad. Es así como se les prepara para que sean fácilmente presa del abuso de los mayores y se abusen entre ellos mismos.
Ilustrativo de todo cuanto estamos reseñando es el reciente reparto pornográfico que hizo el ayuntamiento de Guadalajara a 24 colegios de primaria, según se reportó en un importante diario madrileño. Cito textualmente: “El relato describe cómo una joven se masturba en el trayecto de un autobús bajo la atenta mirada de otro pasajero… Podía ponerse remedio allí mismo sin acabar pringada del semen pastoso que, precisamente, la excitaba tanto. Para ella todo era vaivén, todo era restregar el sexo contra la costura del pantalón en el asiento, todo era un duro pene en su mente…”
Este no es el único caso. En Castilla-La Mancha el Instituto de la Mujer repartió en los colegios un folleto que, entre otras cosas, decía: “El inicio de la autoestima es aprender a tener una relación positiva con tu cuerpo. Para ello te puede ayudar el relacionarte con tu cuerpo… mastúrbate en algunas partes concretas de tu cuerpo, por ejemplo, el glande del clítoris, entrégate a sentir tu cuerpo, y si te gusta especialmente una chica haz lo mismo que si te gusta un chico: conocerle mejor, decírselo, comunicarte y, cuando lo decidáis, expresaos afectiva y sexualmente… quizás más de una vez te han dicho que eres una persona joven para mantener relaciones sexuales. Nunca es pronto para querer a alguien ni para sentir relaciones placenteras en el cuerpo”.
El propósito corruptor de estos folletos es suficientemente obvio como para abundar sobre el tema. Sus fines saltan a la vista. No obstante, cabe señalar que el objeto de estas doctrinas humanistas es desviar considerablemente la sexualidad de los fines sexuales que dominan todo lo que hay de humano y de dirigirla hacia nuevos objetivos presentados a la humanidad en el actual curso de la evolución cultural; por ello se presentan las relaciones sexuales contemporáneas como poco satisfactorias, desvisten de todo valor ético las relaciones entre las parejas y reducen al hombre a sus más básicos instintos animales. Es por esta misma razón que se reputan válidas y “normales” las relaciones homosexuales.
Ha sido meta objetiva del totalitarismo y sus diversas doctrinas, combatir las instituciones tradicionales con la esperanza de abolir las limitaciones que las creencias y costumbres, emanadas de nada distinto que de la naturaleza humana, han impuesto al hombre y que hoy se reputan perjudiciales a él y a la misma sociedad. La ingeniería social pretendida implica buscar la raíz de los males en las condiciones dadas por la naturaleza y, al pretender reformarlas, llegar a reformar la naturaleza misma.
Los eminentes historiadores Will y Ariel Durant describieron la decadencia de Grecia de la siguiente manera:
“Únicamente un acto de imaginación persistente, o el don de la observación, nos permite entender lo que significa para una nación que su religión tradicional perezca. La civilización clásica griega había sido construida sobre la devoción patriótica de la ciudad-estado y de la moralidad clásica… La moralidad sexual se relajó aún más allá de los lazos estándares de la era de Pericles. El homosexualismo se volvió popular; el joven Delphis ‘está enamorado’, decía Theocritus Simaetha, ‘pero si es de hombre o de mujer, no lo sé”.
Esta patética apreciación es complementada por los mismos autores con la siguiente de la Roma decadente:
“El matrimonio, que había sido una unión económica de por vida, ahora era entre cien mil romanos una aventura pasajera sin gran significado espiritual”, en el que las mujeres podían tener tantos amantes cuanto quisieran, pues estaban emancipadas. Y añaden en su epílogo:
“Las causas esenciales del ocaso de Roma estuvieron en sus gentes, su moral, su lucha de clases, su debilitado comercio, su despotismo burocrático, sus altos impuestos, sus guerras interminables… La desintegración moral había empezado con la conquista romana de Grecia y había culminado bajo Nerón… Y fue porque Roma estaba agonizante que la cristiandad creció tan rápidamente”.
A este mismo respecto, vale la pena también citar a Paul Jonson, otro brillante historiador:
“La declinación de la fe en la Ley Natural ha estado acompañada por el crecimiento del relativismo moral, la doctrina de que los axiomas de lo correcto o lo incorrecto varían de acuerdo con la época y las costumbres: n hay absolutos, simplemente las normas de las sociedades en particular. En síntesis, lo que se hace es lo que se debe hacer… por eso en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña tenemos el espectáculo patético de algunas iglesias tratando de justificar la perversión sexual porque existen personas que son homosexuales practicantes, o el divorcio, porque tanta gente se divorcia, o el sexo prematrimonial, porque son tan numerosas las parejas que viven juntas sin la bendición del matrimonio”.
Tweet |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario