MUERTE DE CRISTO
Fue conveniente que Cristo
muriese.
1º) Para complemento de nuestra redención;
porque aun cuando la Pasión de Cristo tuvo virtud infinita por la unión de la
divinidad, sin embargo, no por cualquier sufrimiento se hubiera completado la
redención del género humano, sino por la muerte. Por eso dice el Espíritu Santo
por boca de Caifás: Os conviene que muera un hombre por el pueblo (Jn 11, 50).
Por lo cual dice San Agustín:
"Admirémonos, congratulémonos, alegrémonos, amemos, alabemos, adoremos, porque por la muerte de nuestro
Redentor hemos sido llamados de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida,
del destierro a la patria, del llanto al gozo."
2º) Para acrecentamiento de la
fe, la esperanza y la caridad. Del aumento de la fe se dice en el Salmo (140,
10): Solo estoy yo hasta que yo, pase
adelante, del mundo al Padre. Cuando yo haya pasado al Padre, entonces me
multiplicaré. Si el grano de trigo que cae en la tierra no muriere, él solo
queda (Mt 12, 24) Del acrecentamiento de la esperanza dice el Apóstol: El que
aun a su propio Hijo no perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
no nos donó también con él todas las cosas? (Rom 8, 32) No se puede negar que
es menos dar todas las cosas que entregarlo a la muerte por nosotros. A este
respecto dice San Bernardo: ¿Quién no se dejará arrebatar a la esperanza de
lograr perdón, si atiende a la posición del cuerpo crucificado, a saber, la
cabeza inclinada para besar, los brazos extendidos para abrazar, las manos
perforadas para colmar de bienes, el costado abierto para amar, los pies
clavados para permanecer con nosotros? Levántate, amiga mía... y ven, paloma mía, en los
agujeros de la peña. (Cant 2, 13-14)
En las llagas de Cristo vive y
anida la Iglesia, cuando pone la esperanza de su salvación en la Pasión del
Señor, y por eso confía que ha de ser protegida de las asechanzas del gavilán,
es decir, del diablo.
Del aumento de la caridad se lee
en el Eclesiástico: Al mediodía quema a la tierra (43, 3), esto es, en el
fervor de la Pasión inflama a los terrenos a amar. Y San Bernardo dice:
"Sobre todas las cosas, buen Jesús, te me ha hecho amable el cáliz que has
bebido. La obra de nuestra redención fácil y absolutamente conquista para sí
todo nuestro amor; esto es lo que más suavemente alienta nuestra devoción, más
justamente la eleva, más estrechamente la obliga, y más intensamente la
afecta."
3º) Para el misterio de nuestra
salvación, para que muriésemos a este mundo a semejanza de su muerte: Escogió
mi alma la horca, y mis huesos la muerte (Job 7, 15) Y San Gregorio comenta
esto diciendo: "El alma es la intención del espíritu, los huesos la
fortaleza de la carne. Lo que se suspende, es elevado de abajo. El alma, pues,
se suspende hacia lo eterno, para que mueran los huesos, porque por amor de la
vida eterna destruye en nosotros toda fortaleza de la vida exterior."
Señal de esta muerte es ser despreciados por el mundo. Por eso añade San
Gregorio: "El mar retiene en sí los cuerpos vivos; y a los muertos los
arroja luego de sí."
(Tomado de Santo Tomás de Aquino)
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