FUNCIÓN DEL PRIMER
PRINCIPIO EN LA
METAFÍSICA
Por tratarse de la ley suprema
del ente, el principio de no-contradicción juega un papel de primer orden en
todo el saber humano teórico y práctico, pues nos impulsa a conocer y a obrar, evitando
la incoherencia. Por ejemplo, es contradictorio que Dios sea infinito y que a
la vez progrese a lo largo de la historia (concepción hegeliana), y por eso
desechamos esa segunda opción; no tiene sentido pensar en el mundo como una
materia que se autoproduce (marxismo), pues es contradictorio que algo sea
causa de sí mismo.
De modo especial, el primer
principio impulsa el conocimiento metafísico, ya que es el juicio fundamental
acerca del ente. El principio de no contradicción ayuda a descubrir la estructura
interna de los entes y sus causas. Por ejemplo, al advertir el carácter
espiritual de las operaciones humanas de entender y querer, nos vemos obligados
a concluir que el principio de esos actos -el alma- es también espiritual,
porque sería contradictorio que un sujeto material realizase acciones
inmateriales; o también, la limitación del ser de todas las cosas del universo conduce,
en la Teología natural, a concluir en la existencia de Dios, pues sería una
contradicción que un universo con todas las características de lo causado
(finitud, imperfección, etc.) no tuviese causa. Es el ser de los entes el que
obliga al pensamiento a avanzar y profundizar en su conocimiento de la
realidad, evitando toda contradicción.
Nuestra inteligencia obtiene los
restantes conocimientos en virtud del principio de no-contradicción. Con todo,
conviene advertir que así como las demás nociones están incluidas en la de ente,
pero no se obtienen a partir de ella mediante un análisis o deducción, tampoco
el primer principio, aunque latente en todos los juicios, permite deducir de él
los restantes conocimientos humanos: no se conoce propiamente a partir del principio de no-contradicción,
sino de acuerdo con él; con sólo este
juicio primero, y sin el conocimiento de los distintos modos de ser que nos
proporciona la experiencia, el saber no avanzaría. De ahí que el principio de
no-contradicción se utiliza casi siempre de modo implícito e indirecto -sin
repetirlo cada vez como premisa de un razonamiento-, para desechar lo absurdo y
avanzar así hacia las soluciones correctas.
Aunque el cometido del primer
principio se irá comprendiendo mejor a lo largo del estudio de la Metafísica,
se puede entender un poco ya desde ahora, viendo cómo los filósofos avanzaron
impulsados por la necesidad de evitar la contradicción.
Predecesor del relativismo, Heráclito
sostenía que la realidad es puro devenir, negando el principio de
no-contradicción: nada es, todo cambia. Parménides quiso restablecer la verdad del
ente, en contra de la disolución de lo real operada por Heráclito, y formuló la
célebre afirmación de que «el ser es, el no-ser no es». Sin embargo, al entender
este principio de manera rígida e inflexible, rechazó todo no-ser, incluso
relativo, declarando así imposible la limitación, la multiplicidad, el cambio,
etc., y concluyendo que la realidad es un único ente inmóvil y homogéneo.
Platón desarrolló una metafísica
que, al admitir la realidad de la privación y al hacer del mundo sensible una
participación del mundo de las Ideas, acogía en el ámbito del ser al mundo
limitado. Sin embargo, es Aristóteles quien determinó el verdadero sentido del
no-ser relativo que hay en las cosas, al descubrir un principio real de
limitación: la potencia; y así llegó a formular de manera más matizada la
exigencia de la no-contradicción: «algo no puede ser y no ser a la vez y
en el mismo sentido».
(tomado del libro cuya imagen encabeza la entrada)
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3 comentarios:
Estimado señor,
Sabe decirme si el libro "Iniciacción a la Filosofia", de Tomás Melendo, es um buen libro para la iniciacción filosófica? Uno me ha recomendado el libro de Maritain.
Gracias, Romano
Buenas tardes, ambos son buenos, personalmente me quedo con el de Maritain porque es más completo y estructurado. Pero ambos son buenos. También le diría que se inicie desde ya en la lectura directa de Santo Tomás, no hay mejor fuente que él mismo.
Cualquier pregunta, con gusto.
Muchas gracias por su aclaración!
Saludos cordiales, Romano
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