Objeciones
por las que parece que a todo hombre no le corresponde tener un ángel custodio:
1. De
Cristo se dice en Flp 2,7: Se hizo semejante a los hombres y en la condición de
hombre. Si, pues, todos los hombres tienen un ángel custodio, también Cristo
debió tener el suyo. Pero esto parece insostenible, por estar Cristo sobre
todos los ángeles. Por lo tanto, no todos los hombres tienen su ángel custodio.
2. El
primero de los hombres fue Adán. Pero éste no necesitaba de ángel custodio, al
menos en el estado de inocencia, ya que entonces no estaba expuesto a peligros.
Por lo tanto, no a todos los hombres se destinan ángeles para su guarda.
3. La razón
de destinar ángeles a la guarda de hombres es para que los conduzcan a la vida
eterna, los estimulen a obrar bien y los protejan contra las asechanzas de los
demonios. Pero los hombres que de antemano sabe Dios que se han de condenar,
nunca llegarán a la vida eterna; y los infieles, aunque alguna vez hagan cosas
buenas, no obran bien porque no las ejecutan con intención recta, que está
dirigida por la fe, como dice Agustín, y, finalmente, la venida del Anticristo
será acompañada del poder de Satanás (2 Tes 2,9). Por lo tanto, no se destinan
ángeles a la custodia de todos los hombres.
Contra
esto: está la autoridad de Jerónimo que ya antes citamos (a.2 sedcontra), y que
dice: Cada alma tiene un ángel destinado para su custodia.
Respondo:
El hombre se encuentra en la vida presente como en un camino por el que ha de
marchar hacia su patria. En este camino le amenazan muchos peligros, tanto
interiores como exteriores, según aquello del Sal 141,4: En la senda por donde
voy me han escondido una trampa. Por eso, así como a los que van por caminos
inseguros se les pone guardias, así también a cada uno de los hombres, mientras
camina por este mundo, se le da un ángel que le guarde. Pero cuando haya
llegado al término de este camino, ya no tendrá ángel custodio, sino que tendrá
en el cielo un ángel que con él reine, o en el infierno un demonio que le
torture.
A las
objeciones:
1. Cristo,
en cuanto hombre, era regido directamente por la Palabra de Dios, no
necesitando, por tanto, de la guarda de los ángeles. Además, en cuanto al alma,
era bienaventurado, si bien por razón del estado de pasibilidad del cuerpo era
viador; pero bajo este aspecto no le era debido un ángel custodio como
superior, sino un ángel ministro como inferior. Por eso se dice en Mt 4,11: Se
acercaron los ángeles y le servían.
2. En el
estado de inocencia, el hombre no tenía ningún peligro interior, porque
interiormente todo estaba en él bien ordenado, como se dijo (q.95 a.1.3). Pero
le acechaba un peligro exterior, el de las envidias del demonio, como lo
demostraron los hechos. Necesitaba, pues, de la guarda de los ángeles.
3. Así como
los reprobos y los infieles e incluso el anticristo no están privados del
auxilio interior de la razón natural, así tampoco están privados del auxilio
exterior concedido por Dios a toda la naturaleza humana, es decir, la guarda
angélica. Y aunque este auxilio, de hecho, no les sirva para conseguir por
medio de sus buenas obras la vida eterna, les sirve, no obstante, para
apartarse de ciertos males con que se podrían perjudicar a sí mismos y a otros,
porque incluso los mismos demonios son reprimidos por los ángeles buenos para
que no hagan todo el daño que quisieren. Tampoco será permitido al anticristo
hacer tanto daño como pretenderá.
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