El siguiente es el texto del artículo 4, de la cuestión 29; perteneciente a la 'prima secundae', de la Suma Teológica del aquinate.
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Artículo 4: ¿Puede uno odiarse a sí
mismo?
Objeciones por las que parece que
uno puede odiarse a sí mismo.
1. En efecto, dice Sal 10,6: El que
ama la iniquidad odia su alma. Pero muchos aman la iniquidad. Luego muchos se
odian a sí mismos.
2. Odiamos a aquel para quien
queremos y hacemos el mal. Pero a veces uno quiere y obra el mal para sí mismo,
como los que se suicidan. Luego algunos se odian a sí mismos.
3. Dice Boecio en II De consol. que
la avaricia hace odiosos a los hombres, de lo cual puede concluirse que todo
hombre odia al avaro. Pero algunos son avaros. Luego éstos se odian a sí
mismos.
Contra esto: está lo que dice el
Apóstol en Ef 5,29: Nadie aborreció jamás su carne.
Respondo: Es imposible que uno,
absolutamente hablando, se odie a sí mismo. En efecto, todo ser apetece
naturalmente el bien, y ninguno puede desear algo para sí si no es bajo la
razón de bien, pues el mal es extraño a la voluntad, como dice Dionisio en el
c.4 De div. nom. Ahora bien, como se ha dicho anteriormente (q.26 a.4), amar a
uno es querer para él el bien. Por consiguiente, es necesario que uno se ame a
sí mismo, y es imposible que uno se odie a sí mismo, absolutamente hablando.
Sucede, sin embargo, que
indirectamente uno se odia a sí mismo. Y esto de dos maneras. Una, por parte
del bien que uno quiere para sí, pues acontece a veces que lo que se desea es
relativamente bueno, pero absolutamente malo, y según esto, uno indirectamente
quiere para sí un mal, lo cual es odiarse. Otra manera es por parte de sí
mismo, para quien quiere el bien. Cada ser, en efecto, es, sobre todo, lo que
hay más principalmente en él. Por eso se dice que la ciudad hace lo que hace el
rey, como si el rey fuese toda la ciudad. Es evidente que el hombre es
principalmente su mente. Pero sucede que algunos se consideran ser
principalmente lo que son según la naturaleza corporal y sensitiva. Por eso se
aman según lo que juzgan que son, pero odian lo que verdaderamente son en tanto
quieren cosas contrarias a la razón. Y de ambos modos el que ama la iniquidad,
odia no sólo su alma, sino también a sí mismo.
A las objeciones:
1. La respuesta resulta evidente de
lo expuesto.
2. Nadie quiere y hace el mal para
sí a no ser en cuanto lo aprehende bajo la razón de bien. Porque aun aquellos
que se suicidan, perciben el mismo morir bajo la razón de bien, en cuanto que
ponen fin a alguna miseria o dolor.
3. El avaro odia un accidente
propio; sin embargo, no por esto se odia a sí mismo, como el enfermo odia su
enfermedad por lo mismo que se ama a sí mismo. O bien puede decirse que la
avaricia le hace odioso a los demás, pero no a sí mismo; antes bien, es causada
por el amor desordenado de sí mismo, según el cual uno quiere para sí los
bienes temporales más de lo que debe.
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