Intellectus agens est facultas
immaterialis animae qua quidditas rei materialis fit actu intelligibilis.
El intelecto agente es una facultad
inmaterial del alma, por medio de la cual la esencia de lo material se hace
inteligible en acto.
Proprium intellectus agentis non est
intelligere, sed facere intelligibile actu id quod est intelligibile in
potentia tantum.
Lo propio del intelecto agente no es
entender, sino hacer inteligible en acto aquello que es inteligible solo en
potencia.
Quidditas autem rei materialis, prout
existit extra intellectum, non est actu intelligibilis, sed in potentia tantum.
La esencia de lo material, en cuanto
existe fuera del intelecto, no es inteligible en acto, sino solo en potencia.
Facultas cognoscitiva est potentia
passiva, scilicet, potentia quae nata est recipere actionem objecti sui.
La facultad cognoscitiva es potencia
pasiva, es decir, potencia que está diseñada para recibir la acción de su
objeto.
Aliquid ergo dicitur actu
cognoscibile, secundum quod de se potest agere in facultatem cognoscitivam et
ipsam determinare ad cognoscendum.
Se dice que algo es cognoscible en
acto, e la medida en que por sí mismo puede obrar sobre la facultad
cognoscitiva y determinarla hacia el conocimiento.
Jamvero intellectus est facultas
immaterialis, et materiale non potest agere in immateriale, deest enim
proportio inter utrumque.
En efecto, el intelecto es una
facultad inmaterial, y lo material no puede obrar sobre lo inmaterial, pues no
hay proporción entre ambas cosas.
Ergo aliquid dicitur actu
intelligibile secundum quod separatur a materia, qua separatione ad
immaterialitatem accedit.
Por tanto, algo se dice inteligible en
acto según que se encuentra separado de la materia, separación por medio de la
cual accede a lo inmaterial.
Phantasma enim repraesentat rem
sensibilem singularem, ideoque quidditatem rei sensibilis conditionibus
materialibus subjectam.
El fantasma representa lo sensible y
singular, es decir, la esencia de las cosas sensibles en cuanto sujetas a las condiciones
materiales.
Ergo quidditas rei materialis, prout
existit extra intellectum, sive in rerum natura, sive in phantasia, cum sit
conditionibus materialibus subjecta, non potest agere in intellectum, et non
est actu intelligibilis.
Por tanto, la esencia de lo material,
en cuanto está fuera del intelecto, ya sea en las cosas naturales, o en la
fantasía (que es un sentido interno), como quiera que está sujeta a las
condiciones materiales, no puede obrar sobre el intelecto, no es inteligible en
acto.
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Una de las doctrinas tradicionales sobre el conocimiento, que más ha dado de qué hablar, es aquella que divide el funcionamiento del intelecto
humano en dos potencias distintas: intelecto agente e intelecto posible. La razón
de que sea necesario postular esta división es la siguiente.
Como se deduce de los textos latinos
citados más arriba, y como se deduce además del mero sentido común, la
inteligencia humana es una potencia pasiva, potencial. Esto quiere decir que en
un momento no conocemos algo, y luego pasamos a conocerlo. Mediante el estudio,
por ejemplo.
Si no fuera así, si nuestra facultad
de conocimiento no fuera potencial sino actual, sucedería el imposible de que
lo estaríamos conociéndolo todo, a toda hora, como sucede en Dios. Pero no es
así. El conocimiento lo alcanzamos a lo largo del tiempo y con esfuerzo y
constancia de nuestra parte. Así es como vamos con los años despertando esa
potencialidad y llenando la inteligencia de conceptos, juicios y raciocinios
que no teníamos antes.
Ahora bien, a diferencia de Dios o de
los ángeles, los cuales por ser espíritus puros (sin materia) no requieren del
recurso a los sentidos para extraer trabajosamente los conceptos, los seres
humanos sí debemos recurrir con humildad a los sentidos para tener ese primer
contacto con lo real, contacto que nos asegura contra todo subjetivismo, puesto
que nos habla directamente de la existencia de algo distinto de nosotros mismos,
de un mundo del cual parte nuestra ciencia. Un mundo que no creamos, sino que
está ahí.
Ahora bien, resulta que ese mundo que
es el campo de nuestro conocimiento, nuestro punto de partida, está compuesto
de multitud de individuos concretos, materiales y singulares. Y en cambio, nuestra
inteligencia es inmaterial. ¿Cómo algo material puede ejercer su acción sobre
algo inmaterial? La única manera es que eso que es individual y concreto, de
alguna manera se desmaterialice, se desprenda de esas condiciones materiales y
pase de ser sensible en acto e inteligible en potencia, a ser inteligible en
acto y poder así ejercer influencia sobre el intelecto. Hay que recordar que el
intelecto es potencia pasiva que requiere de la acción de su objeto para poder
ejercer su operación propia.
Pues bien, esta desmaterialización comienza
en los sentidos, los cuales reciben la cosa que conocen, sin sus condiciones
físicas, como ya se dijo en la anterior “Perlita”. Este proceso es una primera
desmaterialización, pero no es una desmaterialización completa aún. Puesto que
la imagen que posemos de las cosas exteriores, está aún revestida de sus
condiciones materiales, lo cual es comprobable mediante el ejercicio de
recordar o imaginar cualquier cosa que hayamos conocido antes, siempre vendrá a
nuestra imaginación una cosa con características físicas concretas: es
imposible imaginar algo abstracto.
Para que se de esa completa
desmaterialización del objeto conocido, es decir, para que aquello que en las
cosas concretas estaba como materializado e individualizado pueda hacerse
totalmente inteligible y por tanto pueda actuar sobre el entendimiento para
provocar el conocimiento, es de todo punto necesario aceptar la existencia de
una facultad distinta de los sentidos, inmaterial, cuya tarea consista en
llevar a cabo esta última desmaterialización. Y esa es la tarea del intelecto
agente.
El intelecto agente no conoce, sino
que su labor consiste en una especie de iluminación. De la misma madera que la
luz material obra sobre los cuerpos y los hace visibles en acto (como cuando
entramos a una habitación que está oscura, pero en la que sabemos que hay
varias cosas guardadas, encendemos la luz y de repente todos esos objetos que
ya estaban allí, pero que no eran aún visibles en acto sino solo en potencia,
son hechos visibles en acto por la luz del bombillo que ilumina la habitación).
De igual manera el intelecto agente es una facultad no potencial, sino actual,
es una luz intelectual siempre en acto de iluminar. Como si dijéramos un
bombillo siempre encendido.
Este intelecto agente obra sobre el
fantasma (en lenguaje tomista se llama fantasma al producto de los sentidos
internos, es decir, a lo que va quedando ya como resultado de las múltiples
experiencias sensibles que se van teniendo sobre un mismo objeto), fantasma que
es aún representante de algo concreto, e ilumina en él aquellos aspectos
inteligibles, quiditativos o esenciales, dejando de lado sus características singulares.
Razón por la cual se dice que la tarea del intelecto agente es abstraer, porque
como ya se dijo antes, abstraer no es otra cosa sino dejar de lado algunos
aspectos para fijarse solo en otros. Abstraer es considerar aparte.
Una vez que se ha ejercido esta acción
iluminante, abstrayente, del intelecto agente, los datos inteligibles, los
valores inteligibles que se hallaban en lo material concreto extre-mental, como
sumergidos en la materia, se hacen por fin inteligibles en acto. El resultado
del proceso ahora es lo que se llama en lenguaje técnico ‘especie impresa’, y
puede obrar sobre el intelecto posible para llevarlo a ejercer su acto propio,
que es el conocimiento.
Algo a tener en cuenta: este proceso
que comienza en los sentidos, con la sensación de lo concreto, y culmina en la
inteligencia, con la intelección de lo abstracto; a pesar de su aparente
complejidad, es un acto fugaz imposible de contabilizar en el tiempo. Esto que
acabamos de explicar en pasos y niveles, es en realidad algo que ya desde niños
hacemos espontánea e instantáneamente, sin siquiera percibirlo. Lo que pasa es
que después, cuando reflexionamos sobre cómo es posible ese proceso que hacemos
cada día, a cada momento, de forma tan natural, podemos penetrar con calma en
las cosas e ir descubriendo esa maravilla que es el conocimiento humano.
Siempre he creído que sería
maravilloso asistir al momento exacto de la primera aparición de una idea en la
inteligencia de un niño, momento llamado ‘el despertar de la razón’. Pienso que
debe ser algo así como una explosión de luz, ese momento único en el cual el
infante pasa de este juguetito, aquél juguetito, el de más allá, el juguetito
rojo, el verde, el grande, el pequeño, el de madera, el de plástico, etc., ese
momento repito, en que asciende de todos estos que no son más que ejemplares
concretos, a la idea universal de juguete, y ya no pide a sus padres ese
juguetito de la vitrina en el centro comercial, sino que sin necesidad de estar
viendo uno, levanta en casa su rostro hacia su madre y le dice: ¡mami, me
compras un juguete, por favor! Ha de
ser ese un instante de luz intelectual maravilloso.
Pero paramos aquí esta “Perlita”,
demasiado extensa ya. Nos ocuparemos en una próxima oportunidad del intelecto
posible.
(Los textos latinos del inicio están tomados de la obra de Estanislao Lortie)
Leonardo R.
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1 comentario:
Excelente y clara exposición, muchas gracias.Lo que más me ha aclarado, es el observar los distintos tipos de conocer, según la escala de los seres.Dios es acto puro, en los angeles ya hay cierta potencia; y obviamente el intelecto humano necesita ser puesto en acto, no puede conocer de forma infusa como los angeles.Necesita abstraer.
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