Virtudes:
Son hábitos buenos o cualidades
estables buenas que disponen para obrar el bien fácil y deleitablemente. Se
dicen adquiridas, si se logran por las solas fuerzas naturales; e infusas, si
se tienen sólo por ser infundidas por Dios.
Sto. Tomás habla de diversas clases de
virtudes: virtudes intelectuales, morales (adquiridas o infusas), virtudes
teologales y virtudes heroicas. Virtudes intelectuales son aquellos hábitos que
perfeccionan el entendimiento para obrar bien en su actuación: tales son la intelección
de los primeros principios, la sabiduría, la ciencia, el arte. Las morales son
las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) con
las que les son anejas. Las teologales son la fe, la esperanza y la caridad,
siempre infusas. Las virtudes heroicas no son otras formalmente que las
teologales y morales, pero no ya reguladas por la mera razón del hombre, sino
por la acción poderosa del Espíritu Santo y sus Dones (cf. Dones del Espíritu
Santo): tales virtudes son las de los santos, y su norma no es «el justo medio»
de la razón, como ocurre con las morales o teologales ordinarias, sino el mismo
Espíritu Santo, que lleva al cristiano mucho más allá, v.gr.: a alegrarse de
ser pobre y hasta de verse perseguido por Cristo. Sus actos son las
«Bienaventuranzas evangélicas» (Mt 5,3-12), que son efecto de los Dones del
Espíritu divino. Los llamados «frutos del Espíritu Santo» (Gal 5,22-23) son
«actos eximios», no sólo de los dones, sino también de las virtudes teologales y
morales.
(Texto tomado del breve léxico puesto al final de la edición de la Summa Teológica de la BAC)
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