En
la tradición patrística y medieval no se encuentra de lo que constituirá más
tarde la devoción al Sagrado Corazón, más que algunos textos que comentan la
acción de S. Juan, reclinado sobre el pecho del Señor, o la herida del costado
traspasado por la lanza, cuando estaba en la Cruz. La devoción a la llaga del costado
que se desarrolló en la Edad Media puede considerarse como el primer jalón de
la devoción al Sagrado Corazón.
SAN
JUAN Y EL PECHO DE JESÚS: Edad Media: revelación
de santa Gertrudis en la fiesta de san Juan
En
la solemnidad del Apóstol San Juan, asistía Gertrudis a los Maitines con gran
devoción cuando se le apareció el discípulo a quien tiernamente amaba Jesús,
dándole inequívocas muestras de amistad: Díjole ella: "¿Qué podré alcanzar
yo miserable, en esta tu solemnidad tan consoladora?" Y Él contestó: "Ven
conmigo, escogida de mi Señor, descansemos juntos sobre el dulce pecho en que
están escondidos los tesoros de toda bienaventuranza". Y tomándola en
espíritu, llevóla consigo a la amable presencia del Salvador; colocóla a la
derecha y Él se inclinó para descansar a su izquierda.
Y estando ambos
suavemente recostados en el regazo de Jesús, tocando San Juan amorosa y
reverentemente con el índice en el pecho del Señor, dijo a Gertrudis:
"Este es el Santo de los Santos que trae hacia sí todo el bien del cielo y
de la tierra"... Sintiéndose inefablemente recreada con los santísimos
latidos con que sin cesar se agitaba el corazón divino, Gertrudis dijo a Juan:
¿Sentiste tú, amado del Señor, por ventura, el gusto de estos santísimos latidos,
cuando en la cena te recostaste sobre el mismo pecho dulcísimo, como yo ahora
lo siento?" Y él respondió: "Sentílos de verdad y experimentólos dulcemente,
y su suavidad penetró en mi alma, cual nunca podrá penetrar, en el agua miel un
bocado de pan tierno. Encendióse con ellos tan de veras mi alma cual pudiera
hervir el agua en una inmensa hoguera." Y repuso ella: "¿Porqué,
pues, lo pasaste tú en silencio, y no escribiste algo que nos lo hiciese sospechar
siquiera para nuestro provecho?" Mi misión—respondió—era manifestar a la
Iglesia naciente con una sola palabra el Verbo increado de Dios Padre; y esta
sola palabra podrá satisfacer al entendimiento de todo el género humano hasta
el fin del mundo. Pero él dulcísimo lenguaje de los latidos del corazón divino
se ha reservado para los tiempos modernos, a fin de que el mundo viejo y tibio
pueda calentarse de nuevo con la revelación de este misterio”.
(Tomado de "El año litúrgico", de Dom Gueranger)
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