We live in a mechanical age. During
the last century and a half the natural sciences have received a tremendous
impetus; their scope of investigation has been widened to a remarkable extent;
their achievements have been of an extraordinary nature; and their material
benefits to mankind have become really phenomenal. Thinkers and investigators
have turned more and more to these positive sciences as the great field in which
to apply their powers of research, with the result that they have come to look
upon them as the only legitimate source of knowledge, since they present facts
which alone can be proved by the exact demonstration of observation and
experiment. The telecope, the microscope, the test tube — these have become the
standard and measurement of truth. Nothing else has real value. They greet the
mention of philosophy with a cynical smile or at best with the tolerance of a
deprecating shrug of the shoulders. Philosophy, to them, is nothing but the
vaporizations of speculative dreamers; it deserves no serious consideration as
a science.
Vivimos en una era mecánica. Durante
el último siglo y medio las ciencias naturales han recibido un tremendo ímpetu;
su ámbito de investigación se ha ampliado de manera muy notable; sus logros han
sido de carácter extraordinario; y sus beneficios materiales para la humanidad
han sido realmente fenomenales. Los pensadores e investigadores han recurrido
cada vez más a estas ciencias positivas como el gran campo en el que aplicar
sus poderes de investigación, con el resultado de que han llegado a considerarlas
como la única fuente legítima de conocimiento, ya que presentan hechos que pueden
ser comprobados mediante la observación y la experimentación. El telescopio, el
microscopio, el tubo de ensayo - se han convertido en norma y medida de la
verdad. Nada más tiene valor real. Cuando se menciona la filosofía responden con
una sonrisa cínica o en el mejor de los casos con un encogimiento de hombros. La
filosofía, para ellos, no es más que la especulación de unos soñadores; y no
merece una seria consideración como ciencia.
(Texto proveniente del libro "The science of correct thinking", de Celestine Bittle)
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El texto citado no requiere comentario, es cristalino como el agua, habla del positivismo cientificista.
¡Qué difícil es hoy escapar a las burlas de los modernos cuando se menciona la palabra filosofía! ¡ni qué decir cuando la que se menciona es la teología!
Vivimos en una era mecánica, nos dice Celestine Bittle. Una máquina es un conjunto de partes materiales que ordenadas debidamente se empujan unas a otras de tal manera que producen en conjunto una cierta acción o movimiento. Una máquina no es un ser vivo, el ser vivo se mueve por sí mismo, desde adentro, ¡porque tiene alma!. Al decir entonces que vivimos en una era mecánica se nos está diciendo que vivimos en una era sin alma, la nuestra es una época que ha dejado su alma tirada en algún recodo del camino.
Las ciencias lo prometieron todo y han dado más bien poco, es decir, han dado máquinas, nada más. Esta máquina, por ejemplo, en la que escribo estas líneas, es algo de una utilidad tremenda. Tenemos máquinas que nos hacen cómoda la vida, solo hemos olvidado cómo vivir.
¿Cuál de todas las ciencias actuales nos enseña a vivir? ¿cuál de todas las máquinas y artefactos tecnológicos actuales nos eleva como humanos?
El problema, como es obvio, no son estas ciencias en sí, su utilidad está fuera de toda duda. El problema fue haber creído que con estas ciencias bastaba, que no se requería nada más, que ellas solas llevarían a la humanidad al progreso indefinido en todos los niveles. Y solo obtuvimos máquinas...
Leonardo R.
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