Según la caracterización que, como vimos, hace el propio
Tomás de Aquino, se trata del orden que la razón introduce, al considerarlo, en
sus propios actos, como cuando ordena sus conceptos entre sí y los signos de
los conceptos que son las voces significativas, y añade que el estudio de ese
orden pertenece a la filosofía racional, de la que es propio considerar el
orden de las partes de la oración entre sí y el orden de los principios entre
sí y respecto de las conclusiones. Pues bien, con todo ello tenemos de alguna
manera recogidos el contenido y la finalidad de esta rama del saber humano.
En otro lugar, hablando del cometido de la lógica (que
coincide con la que también llama filosofía racional) dice que es el arte
directiva del acto mismo de la razón, por la cual el hombre, en el acto mismo
de la razón, procede de manera ordenada, fácil y sin error.
Se ve, pues, que para Tomás de Aquino, el objeto de la
lógica se determina por referencia a su objetivo o finalidad. Como de lo que se
trata es de habilitar convenientemente a la razón humana para que en su ejercicio
propio (es decir, el raciocinio o discurso lógico que le lleva a descubrir
nuevas verdades partiendo de otras ya conocidas y apoyándose en ellas), proceda
de manera ordenada, fácil y sin error, por eso es necesario que la lógica se
ocupe del orden de los conceptos entre sí, y de las voces significativas, y de
las partes de la oración entre ellas, y de las relaciones entre los principios
y las conclusiones que se extraen de los mismos.
Todo ello configura a la lógica como un arte liberal,
cuyo objeto son las relaciones de razón que resultan en las cosas por el hecho
de ser intelectualmente conocidas y científicamente sistematizadas. En su
momento estudiaremos con algún detalle en qué consiste el arte liberal y cuál
es su diferencia respecto del arte servil o mecánica. Ahora bástenos saber que
se trata de un arte cuya materia no son las cosas reales, sino los objetos
mentales como las nociones, las significaciones, los enunciados, los
razonamientos, es decir, entes de razón que sólo se dan en la mente y por la mente.
El ente de razón, en efecto, es el que ni existe ni puede
existir fuera de la mente; es en realidad un no ente que se concibe a modo de
ente, como si fuera ente. El único ser con el que el ente de razón está
actualizado es el ser mental, el que adquieren las cosas al ser conocidas o al
darse como objetos en el entendimiento. Porque así como este ser mental
actualiza a las esencias reales en cuanto son conocidas, también actualiza o
puede actualizar a esencias (de alguna manera habrá que llamarlas) no reales,
como son las negaciones o las privaciones o las relaciones de pura razón.
Que las negaciones y privaciones sean esencias no reales
no ofrece dificultad, puesto que se oponen a las esencias reales, las niegan o
privan de ellas. Pero es más difícil de justificar que se den esencias no
reales que, como las relaciones, son algo positivo. Se justifica empero
teniendo en cuenta que lo propio o específico de la relación es su ser para
(esse ad), aunque, si es un accidente, tenga también lo que es común a todo
accidente, es decir su ser en (esse in). De esta suerte, abandonando lo que es
constitutivo de la relación en cuanto accidente y que le confiere su ser real,
o sea, el darse en un sujeto de inhesión, el existir en una sustancia, sólo
quedará lo que constituye a la relación como relación, es decir, exclusivamente
su ser para, y esto es lo que explica la relación de pura razón, que el
entendimiento humano puede formar sin apoyarse en un correspondiente correlato
real, pero con algún fundamento, aunque sea remoto, en la realidad.
Pues bien, de algunas de esas relaciones de razón se
ocupa la lógica, concretamente de las llamadas segundas intenciones o segundos
conceptos. En efecto, cuando nuestro entendimiento conoce algo real forma de
ello una representación mental, un concepto directo, al que Santo Tomás llama
también intención primera. Pero si, ulteriormente tomamos por objeto de
conocimiento a esa intención primera, el entendimiento formará una intención
segunda, que será una relación de razón. Y de estas intenciones segundas es de
lo que se ocupa la lógica.
Por lo demás, como el entendimiento humano lleva a cabo
tres operaciones distintas: la simple aprehensión, el juicio y el raciocinio,
también formará tres tipos de estas intenciones segundas, que se pueden
denominar respectivamente: nociones, enunciados y razonamientos.
(Tomado de "Tomás de Aquino, maestro del orden")
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