Ya sabemos que el conocimiento intelectual es abstracto.
Pero propiamente se le llama abstracción a la primera operación que realiza la
inteligencia, porque en ella obtenemos ideas abstractas.
Una diferencia importante entre el conocimiento sensible
y el intelectual es que para el primero hacen falta muchos sentidos, muchas
facultades (vista, oído, olfato, etc.); para el segundo, en cambio, basta con
una sola facultad, si bien esta realiza diversas operaciones. En los sentidos,
lo conocido por uno no es conocido por otro; también ocurre eso con las
operaciones la inteligencia, pero en ella las operaciones posteriores se basan
siempre en las anteriores. Por eso es importante entenderlas sucesivamente.
La abstracción la realizamos a partir del conocimiento
sensible. Es decir, ambos tipos de conocimientos, aunque sean distintos, están
muy relacionados entre sí. De hecho, si entramos en una habitación con los ojos
cerrados, los oídos tapados, etc., la inteligencia, por sí sola, es incapaz de conocer
lo que hay allí dentro: personas, muebles, etc. La experiencia nos dice que
iremos chocando con todo lo que haya delante. Esto significa que la
inteligencia necesita siempre de los sentidos. Por eso los clásicos afirmaban
que «nada hay en el intelecto que no haya estado antes en el sentido».
A partir de las imágenes sensibles y de la memoria, la
inteligencia separa (abstrae) las propiedades comunes a las cosas y, de este
modo, es capaz de conocer qué es lo propio de algo y qué es accidental, qué
cualidades constituyen su ser y cuáles no. Así obtenemos las ideas abstractas.
Nociones como hombre, perro, caballo, etc., son
abstractos. No se refieren ni a este individuo ni a aquel porque hemos separado
(abstraído) lo que son los individuos que poseen ese modo de ser.
Cuando vemos un triángulo, nos da igual que sea
rectángulo, equilátero, escaleno, o de cualquier otro tipo. De cualquiera de
ellos sabemos que es un triángulo, sea como sea. Lo abstracto, pues, no se refiere
a ningún individuo pero, por ello, vale para todos.
Todos los abstractos derivan del conocimiento sensible.
No es cierto, por tanto, lo que afirman los racionalistas sobre la existencia
de ideas innatas en el hombre, ideas no derivadas de la experiencia sino que
nacemos con ellas o formamos en nuestro interior con solo pensar. Como ya se ha
dicho, la inteligencia no puede pensar nada si no es a partir de los sentidos, aunque
también es cierto que lo pensado nunca coincide con lo sentido porque en ese
caso sensibilidad y entendimiento coincidirían, estarían repetidos. Lo cierto
es que ni los sentidos piensan ni el pensamiento siente.
Decir que el entendimiento inventa ideas sin base en la
sensibilidad es lo mismo que afirmar que no es una facultad de conocimiento
sino de fingir, en el sentido literal de la palabra, es decir, de dar existencia
ideal a lo que realmente no la tiene. La razón puede, como la imaginación,
crear conceptos irreales y puede también equivocarse, pero no es cierto que
vague por un mundo fantástico y falso.
(Tomado de "¿Por qué pensar si no es obligatorio?")
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