Todos tenemos un concepto más o menos claro de lo que es el materialismo: doctrina según la cual la realidad está constituida únicamente por los objetos materiales, cuya existencia es posible comprobar mediante nuestros sentidos o con la ayuda de instrumentos de laboratorio. Y todo aquello que no pueda ser comprobado de esa manera, no puede considerarse real.
Más o menos esa es la idea común que todos tenemos del materialismo. Se podría profundizar el asunto, por ejemplo, intentando ponernos de acuerdo sobre qué es la materia, para entonces poder tener más claro el concepto de materialismo, y quizá sería un ejercicio interesante; pero es un ejercicio ya técnico que quizá solo atraiga la atención de los especialistas en el campo de la física. Para lo que aquí nos interesa basta con la idea común que mencionamos arriba.
Lo importante es captar que todo materialismo, sin importar las diferencias técnicas entre uno y otro, tiene de común el rechazo de la idea de que exista o pueda existir una realidad (en todo el sentido de la palabra, es decir, algo que no es producto de la imaginación o de las aspiraciones humanas) que no sea ella misma explicable en términos de materialidad, como si dijéramos de laboratorio. Ese es el rasgo común, el resto son diferencias de familia.
Pues bien, hablamos de un materialismo 'pre-consciente' en el sentido de que hoy a causa del descenso de la inteligencia en general que ha deteriorado enormemente la capacidad de reflexión, de actividad racional, y por ende ha hecho que las posturas vitales asumidas por los hombres no sean fruto del esfuerzo conscientemente asumido por evaluar intelectualmente las ideas que se aceptan y según las cuales vive su vida.
Entonces se da el fenómeno al que alude el título de este artículo, un materialismo pre-consciente, se es materialista sin saberlo, es decir, sin haberlo asumido luego de un proceso racional de discernimiento. Simplemente se es materialista por contagio ambiental, por moda, por presión social, por lo que sea menos por haber llegado al materialismo mediante un escrupuloso análisis de su contenido conceptual.
Muchos modernos no creen en la existencia del alma, de su inmortalidad, en la existencia de Dios, de la espiritualidad, etc. Pero no rechazan todo ello porque lo estudiaron a profundidad y arribaron a esa conclusión, no, nunca se tomaron esa molestia, sino que más bien recibieron del ambiente esa postura de increencia y la aceptaron sumisamente. Por supuesto que hay excepciones, es posible encontrar hombres y mujeres, sobre todo del ámbito académico, que afirman haber llegado a algún tipo de materialismo a causa de sus estudios y profundizaciones 'científicas'. Pero estos son escasos en comparación con la ingente masa de sumisos a quienes la mera presión social les atrofió el ejercicio de su inteligencia y les doblegó el juicio.
Se da en estos últimos una poderosa mezcla de apatía intelectual junto a un deseo de comodidad material que les impide, como camisa de fuerza, toda posibilidad de análisis de las posturas que constituyen el sustento de su estilo de vida.
¡Cuanta falta hace el viejo Sócrates! para que con su incesante labor de preguntón profesional despertara hoy a los dormidos, a los sumisos, a los que andan en esa modorra mental, instándolos a conocerse, a interrogarse, a asumirse conscientemente.
Ayer como hoy... ¡Conócete a ti mismo!
Leonardo Rodríguez
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